Dedico este libro a dos extraordinarios mentores que me guiaron hacia una mejor comprensión y apreciación de la experiencia histórica, social y cultural del pueblo chicano:
Jesús Chavarría y Juan Gómez-Quiňones.
A ellos, mi eterna gratitud.

agradecimientos*

Esta obra antológica de ensayos le debe mucho a varias personas e instituciones que han sido clave para mí por su apoyo personal y profesional durante la odisea de mi experiencia chicana.

En primer lugar, quiero expresar mi profundo agradecimiento a la unam, en especial a su director general de Publicaciones y Fomento Editorial, Joaquín Díez-Canedo, por su solidaridad para la publicación de la presente obra. Aunque dudé cuando me planteó realizar esta tarea, pronto me di cuenta del enorme honor que representaba para mí que este libro formara parte del acervo editorial de nuestra máxima casa de estudios, cuyo papel histórico y social, visión crítica e imprescindible misión de efectuar un cambio a través de la educación son una gran inspiración. Considero que esta misión es del todo consistente con una tarea central de la lucha chicana, por lo que la unam es el lugar ideal para el estudio de los “dos Méxicos”.

Tengo además muchos lazos con nuestra máxima casa de estudios. En el pasado, la Coordinación de Humanidades apoyó la publicación de mi tesis de doctorado –luego convertida en libro– titulada “Ignacio Ramírez: ideólogo del liberalismo social”. Asimismo he tenido el honor de ser Profesor Distinguido Fulbright en tres distintas ocasiones, adscrito en las dos primeras a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (fcpys) y en la tercera al Centro de Investigaciones sobre América del Norte (cisan), ambas de la unam. En fin, a lo largo de décadas he colaborado innumerables veces en seminarios, organización de eventos y publicaciones en nuestra universidad.

Quiero agradecer de forma especial a mi familia. Gracias a mis padres, quienes me inculcaron el amor por México y lo mexicano, tuve el enorme privilegio de crecer en un ambiente totalmente bilingüe y bicultural. Aunque en su momento no lo aprecié tanto, cada día que pasa valoro más lo que me proporcionaron y, ante todo, hago honor a su memoria.

Mis mentores en temas chicanos, los doctores Jesús Chavarría y Juan Gómez-Quiñones, desempeñaron un papel muy importante en mi formación académica. El primero fue una persona decisiva en mi aprendizaje del oficio de historiador y en mi toma de conciencia étnica, que tuvo lugar en definitiva durante mis estudios de posgrado en la Universidad de California en Santa Bárbara (ucsb) (1970-1975), cuando trabajé bajo su tutela. Jesús Chavarría en ese entonces era profesor titular en la Facultad de Historia y dirigía el Centro de Estudios Chicanos en esa universidad, pionero en la nación.

Con el doctor Juan Gómez-Quiñones, hoy profesor emérito de la Univer­sidad de California en Los Ángeles (ucla), tengo más de cuatro décadas de amistad, de compartir múltiples proyectos de investigación y la redacción de varios artículos y libros. Es mucho lo que he aprendido de él sobre la historia del pueblo chicano. A la vez, Juan siempre me ha apoyado y ha sido como mi “ángel guardián” en todos los vaivenes y las contiendas que son inevitables en la vida de un profesor, investigador y activista chicano en una de las instituciones más elitistas y, hasta en décadas recientes, discriminatorias respecto de la incorporación de minorías: la academia estadounidense. El año pasado Juan se jubiló de la ucla, en la cual fue profesor titular durante 47 años y donde formó a más historiadores chicanos que ningún otro de nuestros académicos. Para mí ha sido un gran honor compartir tantas cosas con él, siempre será una inspiración intelectual y, ante todo, mi amigo del alma.

Del mundo artístico chicano también he recibido muy valiosas perspectivas e información sobre la experiencia chicana. Los creadores y artistas tienen una gran sensibilidad y una visión del mundo ciertamente diferente –aunque complementaria– de la que tienen los académicos respecto de nuestra comunidad. De los realizadores Luis Valdez, Nancy de los Santos, Isaac Artenstein, Ray Télles, Héctor Galán, Gregory Nava y Joseph Tovares he aprendido mucho a través de sus obras fílmicas. Con dos de ellos, Gregory Nava y Héctor Galán, he compartido inquietudes sobre la temática de su producción y sus proyectos a lo largo de los años. Isaac Artenstein me invitó, en la década de 1980, a colaborar muy cercanamente con él en la preparación, escritura del guión y casting de su excelente film Rompe el alba. De todos ellos he obtenido un gran conocimiento del mundo mágico del quehacer cinematográfico; he sido muy afortunado de conocerlos.

De ciertos académicos he recibido valiosas ideas e interpretaciones sobre múltiples temas y aspectos de nuestra comunidad, entre ellos se cuentan Jorge Bustamante, María Herrera-Sobek, Nicolás Kanellos, Francisco Lomelí, David Montejano, Amado Padilla, Eligio Padilla, Pierrette Hondagneu-Sotelo, Julián Samora y José Manuel Valenzuela.

En punto aparte está mi agradecimiento a Carlos Monsiváis, quien durante toda mi vida profesional y hasta su prematura muerte siempre y con absoluta generosidad compartió conmigo su vasta erudición. Para mí, Carlos fue a la vez un aliento intelectual y un agudo crítico de mi obra académica; constantemente me forzó a que mis escritos tuvieran mayor rigor y profundidad. Fui muy privilegiado de haber sido su discípulo y entrañable amigo. No hay día que no extrañe lo que compartimos.

En mi proceso de evolución como académico en las distintas universidades donde he tenido la fortuna de enseñar, he podido contar con colegas y amigos que por medio de sus conocimientos, publicaciones, exposiciones y un sinnúmero de conversaciones me han nutrido de ideas y compartido su sensibilidad sobre muchos aspectos relacionados con la experiencia chicana. Entre ellos están Pedro Castillo, Tobías Durán, Pierrette Hondagneu-Sotelo, John A. García, Richard Griego, Richard Griswold del Castillo, María Herrera-Sobek, Louis DeSipio, Francisco Lomelí, Isidro Ortiz, Amado Padilla, Emilio Zamora, a todos ellos mi más sincera gratitud por sus enseñanzas y amistad.

Asimismo tuve la suerte mayúscula de haber conocido a un sinnúmero de excelentes académicos estadounidenses que me ilustraron de muchas formas sobre los grandes lineamientos de la historia nacional, así como sobre las distintas interpretaciones de la historia de Estados Unidos. De ellos aprendí el rigor, el análisis crítico, el profesionalismo y el compromiso con la academia; también, cómo situar mejor a la historia chicana en la construcción de Estados Unidos. Entre los más influyentes historiadores estadounidenses con quien tuve el gusto de interactuar estuvieron William Alexander, Roger Cunnif, John Jonhson, Gerald Nash, Martin Ridge, David Weber, James Wilkie y John Womack. Lugar especial merece Richard Etulain, magnífico historiador que mucho me enseñó acerca de la western history y de los temas fundamentales de la historia cultural estadounidense, piezas determinantes para el estudio de las primeras comunidades chicanas. Richard fue un colega ejemplar y mi mejor amigo en la Facultad de Historia durante todos mis 19 años en la Universidad de Nuevo México (unm), con quien desde entonces he mantenido una muy cercana relación profesional y personal. Además de haber sido un mentor ejemplar, Richard ha sido un valioso aliado profesional y un entrañable amigo en todos los años y circunstancias de mi vida. Siempre le agradeceré su increíble generosidad, paciencia y cariño.

Determinante para mis estudios de posgrado y carrera posterior fue el sustancial apoyo financiero que recibí de varias instituciones estadounidenses y mexicanas. En primer lugar, mi propia alma máter, la ucsb, me otorgó la The Regents Doctoral Fellowship, que fue un indispensable sustento para mis estudios de doctorado. Al convertirme en pasante en mi programa, recibí de la Fundación Ford una generosa beca de apoyo para la investigación y redacción de mi tesis de doctorado, referente al contexto y obra de Ignacio Ramírez, El Nigromante. También he sido muy afortunado de recibir extenso subsidio financiero tanto para el desarrollo de investigaciones personales como para la organización y promoción de proyectos especiales de The National Endowment for the Humanities, The Rockefeller Fellowship Program, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), The New Mexico Humanities Council y The Huntington Library Scholars Fellowship, entre otros fondos e instituciones.

Mucho me han honrado los reconocimientos que he recibido de dos instituciones prestigiosas de México por mi trayectoria profesional. El primero lo recibí en 1999 de la Secretaría de Relaciones Exteriores, a través del Programa para la Atención de los Mexicanos en el Exterior: el premio “Othli” por mi labor de décadas de promoción de México y lo mexicano en Estados Unidos. El segundo fue el premio “Jose C. Valadés” que me confirió en 2016 el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (inehrm) por el conjunto de mi obra como historiador. En este último caso, por ser el primer chicano al que se otorgaba tal reconocimiento, señalé al recibirlo que lo aceptaba, por una parte, en nombre de mis colegas historiadores chicanos que con su obra mucho habían contribuido al estudio de “los dos Méxicos”, y por la otra, como chicano primera generación, en memoria de mis padres, ambos mexicanos.

Muchas otras personas han contribuido en el avance de mi carrera académica. A todos y todas, a ambos lados de la frontera, expreso mi gran aprecio y cariño.