Arte y arqueología en el altiplano central de México.
Una visión a través del arte




María Teresa Uriarte













LOGOS







Agradecimientos




Se suele decir que los aciertos de un libro son de los amigos y lo errores son propios. éste es un buen caso; muchos amigos colaboraron para hacer posible esta publicación.

Citlali Coronel Sánchez fue mi asistente durante muchos años al impartir mi clase de arte prehispánico en Mesoamérica en la Facultad de Filosofía y Letras. Juntas construimos una base de datos e imágenes que son el embrión de este libro.

Durante años dediqué mis esfuerzos a tratar de entender Teotihuacán y fui acumulando temas e imágenes que se integraron a esta investigación; María Luisa Castillo Montenegro, quien fue mi alumna, me ayudó mucho a armar imágenes y textos, al igual que Fernando Guerrero Martínez, quien es biólogo redimido por la historia del arte o viceversa.

Finalmente Karime Castillo Cárdenas, María Olvido Moreno Guzmán, María de Jesús Chávez Callejas, Carmen Delgado Ornelas, Patricia Peña González y la misma Citlali hicieron maravillas con imágenes e información para ayudarme a cerrar los textos que de otra manera seguirían esperando tiempos de ocio que nunca llegan.

Para Eduardo Matos Moctezuma mi amistad y agradecimiento por todo lo que he aprendido de él.

A mi familia invariablemente mi agradecimiento: a Francisco, Rafael, Mónica, Diego, Rafael, Marina, Santiago, María, Jimena, Julia y Mauricio les comparto mis gozos y delirios por el pasado prehispánico de México.

Ciudad Universitaria, diciembre de 2012

Presentación

Eduardo Matos Moctezuma




El presente libro tiene un propósito bien definido: llevar al lector ante la presencia de las expresiones artísticas de una región fundamental de Mesoamérica: el altiplano central de México. A través de nueve capítulos, María Teresa Uriarte transita desde la definición de lo que se entiende por Mesoamérica, concepto forjado por el doctor Paul Kirchhoff en 1943, hasta el análisis, paso a paso, de diferentes culturas que se establecieron en el centro de México. Sin embargo hay algo que advertir: la autora acude a otras culturas mesoamericanas fuera del territorio mencionado cuando considera que es necesario hacerlo por la importancia que revisten y la manera en que influyeron en las primeras. así, los olmecas en los inicios del Formativo o Chichén- Itzá para momentos más tardíos del altiplano central, también cobran presencia como parte fundamental del desarrollo de estos pueblos.

Los dos primeros capítulos, "Mesoamérica" y "Migraciones y procesiones", sirven a manera de introducción general, aclaratoria, para los temas que se abordan después. En el primero hace un buen repaso de lo que significa Mesoamérica y acude a ciertos ejemplos que son esenciales en la conformación de la superárea. Uno de ellos es el juego de pelota, del que nuestra autora es especialista. Un tema apasionante lo vemos en el capítulo 3, cuando Uriarte estudia qué entendemos por arte prehispánico. El título de este capítulo es elocuente y preciso: "¿Qué es el arte prehispánico?" a continuación da una definición interesante, pues bien sabemos que la subjetividad de las expresiones estéticas en ocasiones dificulta su comprensión desde determinadas perspectivas. Para ella, vale la pena transcribirlo: "el arte es un conjunto de convenciones culturales que obedece a principios universales de armonía, proporción y simetría que lo hacen bello a los ojos de quien lo contempla". Más adelante agrega: "De ahí que la historia del arte tenga diferentes enfoques según la época y la cultura a la que corresponde el objeto estudiado". De esta manera nos da su concepción del arte en general y la manera de abordarlo por parte de la historia del arte al que, siguiendo a Preziosi, lo concibe como un conjunto de conceptos agrupados conforme a diversos enfoques, según la época o la cultura que se analiza. A continuación hace un seguimiento del concepto del arte occidental, desde Escipión Emiliano y Platón hasta Kant, para pasar a lo que acontece en Mesoamérica, en donde menciona a algunos de los estudiosos de aquel pasado como George Kubler, Miguel León-Portilla, o cronistas como fray Bernardino de Sahagún con su magna obra plasmada en el Códice Florentino.

Los siguientes capítulos están dedicados al estudio y descripción de cada una de las culturas que se desarrollaron en el centro de México. Teresa Uriarte lleva de la mano al lector para recorrerlas una a una y comienza con el Formativo, durante el cual se empezaron a consolidar muchos aspectos dentro del todo social que más tarde tendrán plena presencia en sociedades posteriores. Hace ver la importancia de sitios como Cuicuilco y su dramático final por la erupción del Xitle, y da prioridad a la escultura y pintura olmeca de la costa del Golfo y el actual estado de Guerrero. Quizá hubiera sido interesante que se pusiera mayor énfasis en la influencia olmeca en sitios como Tlatilco, en donde la cerámica muestra elementos de esta cultura. También extrañamos la referencia a la proliferación de formas en la producción alfarera, como se ve en Tlapacoya y Tlatilco, siendo las de este último lugar en donde encontramos verdaderas obras maestras, como las figuras de aves y otras expresiones que dejan ver la alta calidad estética de sus creadores.

Teotihuacán es, sin lugar a dudas, la gran ciudad del centro de México en la que está presente una serie de aspectos que aquí tienen su inicio y que van a influir de manera significativa en otras regiones. Su proceso de desarrollo es presentado a través de las diversas fases por las que pasó la ciudad y a continuación la autora analiza la arquitectura y el urbanismo de la metrópoli, para dar paso a la descripción de la escultura y la pintura en el lugar.

En otro capítulo se describen sitios de gran importancia como fueron Tula, Cholula, Xochicalco y Cacaxtla, que pertenecen a lo que los especialistas han llamado Epiclásico. Uriarte dice que este periodo se caracteriza por ser ecléctico y no le falta razón, pues vemos múltiples expresiones realizadas por cada uno de los pueblos que habitaron estos lugares. Es aquí en donde se hace referencia a Chichén-Itzá, pues se sabe la enorme semejanza que existe entre Tula y la ciudad de la península yucateca.

Los siguientes capítulos están dedicados a los mexicas y también se hace alusión a "La naturaleza de los dioses y los dioses de la naturaleza", aunque en este capítulo poco es lo que se refiere a las expresiones artísticas y sus características. El libro concluye con el capítulo dedicado a la herencia y las fuentes, tomando como tales a los diversos códices tanto prehispánicos como coloniales además de mencionar a cronistas como Sahagún, Durán, Torquemada y otros que por medio de sus obras nos permiten adentrarnos en el mundo prehispánico. Esta parte final más bien es como una especie de apéndice en el que el lector podrá encontrar algunas referencias de autores, crónicas y pictografías en las que se puede abrevar para un mejor conocimiento de lo tratado.

En términos generales, podemos considerar el libro como una introducción a las culturas mesoamericanas del altiplano central de México. espero que quien lea sus páginas encuentre los incentivos necesarios para tratar de profundizar en el pasado de nuestro país, pues resulta relevante conocer lo que fuimos para entender lo que somos.

Introducción

Renato González Mello




La historia y el arte precolombinos del altiplano central de México han sido estudiados en forma sistemática por la arqueología, la antropología, la historia y la historia del arte. A lo largo del siglo XX, en esos estudios predominaron las historias políticas y sociales. El motivo de ese punto de vista privilegiado fue la percepción, muy longeva, de que el origen del Estado mexicano moderno podía (o debía) encontrarse en las estructuras de autoridad de los pueblos que fueron dominados por los españoles a partir del siglo XVI, y en particular los del Valle de México y el actual estado de Michoacán. La noción de "Mesoamérica", aunque originalmente pudo haber tenido otros propósitos, tuvo una evolución convergente con esta longeva tradición de pensamiento político que está atenta a las características del pasado remoto para formular ideas sobre el presente.

Este libro de María Teresa Uriarte propone una serie de interpretaciones sobre el arte de los pueblos del altiplano central. Toma una parte de la tradición, pero también articula una crítica de la misma. Al mismo tiempo, incorpora a la reflexión una variedad de monumentos arqueológicos de hallazgo reciente. Desarrolla interpretaciones y explicaciones sobre los mismos, haciendo énfasis en algunos de ellos —sobre todo en la medida en que han sido objeto de debate académico en otras disciplinas, como la propia arqueología. Ante todo, se aboca a establecer el sentido de las formas y los símbolos en un espacio social que tenía, en tiempos antiguos, características que generalmente han permitido una reflexión enriquecida sobre los espacios sociales. este ejercicio de analogía se somete aquí al rigor de la investigación especializada, que obliga a ver el arte antiguo en sus propios términos.

Al participar en esta coedición, el Instituto de Investigaciones Estéticas refrenda su compromiso con el estudio del pasado antiguo de México, que es una de las líneas de investigación que le dieron origen.

Mesoamérica




Dotar de significado a un nombre o darle nombre a un conjunto de conceptos no ha sido nunca una tarea fácil. El término Mesoamérica ha sido usado para referirnos a un área cultural cuya delimitación es una invención, ya que no existe en la realidad física. Este término fue acuñado por Paul Kirchhoff en 1943. Mesoamérica ha sido desde su origen una noción útil que nos permite a quienes estudiamos el mundo prehispánico referirnos a ese territorio y a esta idea de forma directa y unívoca.

A lo largo de los años fueron diversos los intentos por definir sus áreas culturales y su cronología. Kirchhoff propuso una terminología que en el transcurso del tiempo se ha convertido en un conocimiento aceptado y común; sin embargo, resulta evidente que el término no puede emplearse para señalar un conjunto de regiones porque en ninguna de éstas hubo a lo largo del tiempo una cultura homogénea. Tampoco es posible establecer una línea de tiempo fija porque los mismos límites de Mesoamérica son diferentes de acuerdo con la época que se estudie.

Eduardo Matos Moctezuma hizo una excelente recopilación del material referente a Mesoamérica en la obra coordinada por Linda Manzanilla y Leonardo López Luján.1 Su enfoque está centrado en la arqueología y quien quiera consultar un texto fundamental para el tema debe buscarlo. Mi texto se centra en la historia del arte y por ello su perspectiva es complementaria.

Matos considera que hubo tres etapas en la historia mesoamericana, una de las cuales es la de los cazadores-recolectores, otra la de las sociedades agrícolas igualitarias y la tercera la de sociedades agrícolas-militaristas estatales.2 Sin embargo, la periodización más utilizada se concibió con un criterio evolucionista que va del periodo Arcaico, pasando por el Preclásico o Formativo, posteriormente el Clásico y en algunas zonas seguido del epiclásico, hasta llegar al Posclásico, periodo anterior a la llegada de los españoles.

Lo que se ha aceptado en general es que el periodo Arcaico comprende las sociedades de cazadores-recolectores que tuvieron un sistema social, económico, político y religioso completamente distinto de lo que encontraremos en los territorios que denominamos Mesoamérica. Me ocuparé más tarde de un somero análisis de la sociedad de cazadores-recolectores y de la evolución de las sociedades mesoamericanas.

La etapa posterior al Arcaico se denomina Formativo o Preclásico (2 500 a. C.- 200 d. C.), ambos conceptos inexactos por diversas razones. La primera porque pareciera que las culturas que florecieron en esta época se están formando o son incipientes, o no tienen un grado de madurez social que corresponda a los parámetros establecidos por nuestra cultura como ideales y por lo tanto clásicos. Me pregunto, sin embargo, si las mascaritas de Arroyo Pesquero, las cabezas colosales o los tronos como el Monumento 4 de La venta, o las pinturas de San Bartolo, por mencionar sólo algunos ejemplos, son una etapa embrionaria en relación con una máscara, con una escultura monumental o con la pintura teotihuacanas. ¿Cómo clasificar dentro de una etapa formativa a los incontables objetos de jade olmecas?

Otro ejemplo ilustrativo de lo que puede ser una definición inexacta son las esculturas en barro de occidente, pues se agrupan en una región y no se hace una distinción cronológica en la cultura, pero en el área de occidente coexisten en realidad varias culturas, además de que el periodo de existencia de manifestaciones culturales prácticamente idénticas abarca desde el año 1800 a. C. hasta el 600 d. C. aproximadamente, o sea, desde el Formativo temprano hasta el Clásico tardío, con lo cual la división cronológica es inútil. no obstante, los antecedentes que surgieron para tratar de definir las culturas y la cronología de esta área, respecto a la denominación de Kirchhoff, tienen otras deficiencias y en la actualidad, para quienes estudiamos el pasado precolombino de México y Centroamérica, es más fácil usar como referencia las denominaciones de Kirchhoff, al menos hasta que tengamos alguna nueva que nos sirva a todos de referente.

El periodo Clásico (200-900) se concibe como la época en la cual las sociedades mesoamericanas llegaron a su punto de perfección en las diferentes zonas. En el altiplano, sin duda Teotihuacán fue la metrópolis por excelencia, el altépetl, la tollan, origen y destino, que tuvo una compleja organización social para la cual no hay definiciones muy claras. Fue un Estado en un sentido laxo, ya que tuvo una organización constreñida a un territorio, con sus leyes, un ejército, o al menos grupos militares- omerciales, es decir, que la producción y distribución de bienes manufacturados y materias primas estuvieron dirigidas centralmente; sin embargo, no conocemos a ciencia cierta cómo fue su organización gubernamental porque, a diferencia de las culturas mayas, no existe la figura de un gobernante, por lo cual se ha propuesto que tal vez tuvo un gobierno colectivo.

En la costa del Golfo surgieron centros como Remojadas y hacia el final del período, El Tajín, mientras que hacia el norte de Veracruz y sur de Tamaulipas se desarrolló la cultura huasteca, que tiene características formales y culturales diferentes de las que prosperaron en otras áreas.

En Oaxaca, centros como Zaachila y Dainzú florecieron en este periodo, pero sin duda el más importante fue Monte Albán, que tuvo importantes relaciones con Teotihuacán. Por su parte, la zona del occidente es conocida por la tradición funeraria de las tumbas de tiro.

La zona maya en este periodo tuvo varios centros importantes que estuvieron en continuas disputas desde el llamado Formativo. Con certeza diversos autores coinciden en que no puede hablarse de lo maya. A su escala, repiten los problemas de comprensión que nos plantea Mesoamérica; tienen rasgos comunes pero no puede hablarse del "pueblo maya", sino de los pueblos mayas, como sucede hasta nuestros días.

La cronología de la zona maya tiene un referente geográfico porque si bien hubo asentamientos humanos en distintas áreas de manera simultánea, se puede afirmar que en el Formativo, es decir, antes de la era cristiana y sus inicios, así como durante el periodo Clásico, las ciudades se desarrollaron fundamentalmente en el sur del territorio, en tanto que a partir del Clásico tardío su presencia está fundamentalmente en la península de Yucatán. Al final de este periodo se abandona el sistema escritural que se había usado hasta entonces y se adoptan modificaciones introducidas tal vez desde el altiplano.

Se sabe que Teotihuacán tuvo una importante presencia en la zona maya, aunque hasta el momento no se ha establecido claramente la naturaleza de tal relación con los mayas. Lo que resulta evidente es que el abandono de la gran metrópoli del altiplano tuvo repercusiones de toda índole en el resto de Mesoamérica y, como veremos, el llamado Epiclásico (600-900 d. C.) es un periodo de gran inestabilidad en todos los aspectos que mencioné.

El llamado Clásico tardío en el área maya y epiclásico en el altiplano central se caracteriza por cambios constantes, con un militarismo creciente que se evidencia en su arte y además combina elementos de diversas culturas, por lo cual sus manifestaciones plásticas son eclécticas. En esta época nacen ciudades como Tula y Chichén Itzá, sobre las cuales se ha propuesto que fueron ciudades gemelas o al menos con elementos iconográficos muy similares.3 Surgen también Cholula, Xochicalco y Cacaxtla, y esta última, según se ha comprobado, tuvo vinculaciones iconográficas muy cercanas con las ciudades de la cuenca del Usumacinta.4 En la costa del Golfo, El Tajín tiene su apogeo durante este periodo.

El Posclásico es la etapa del esplendor mexica con la conquista y dominio de numerosos pueblos del territorio mesoamericano, y corresponde al periodo inmediatamente anterior a la llegada de los españoles. En la costa del Golfo, sitios como Cempoala tienen su apogeo en esta época, mientras que en Oaxaca destaca Mitla, un importante centro ceremonial y señorío zapoteco. En la zona del occidente se da el florecimiento de la cultura purépecha o tarasca, con importantes centros como Tzin Tzun Tzan, Pátzcuaro e Ihuatzío. Finalmente, algunos de los sitios importantes en el área maya durante este periodo incluyen Chichén Itzá, Mayapán, Tulum y San Gervasio.

Es necesario analizar algunos de los problemas que enfrentamos al estudiar Mesoamérica a través de sus áreas culturales. De acuerdo con Kirchhoff éstas son: el altiplano central, el occidente, Oaxaca, la zona maya, la costa del Golfo y el norte (figura 1.1). en cada una encontramos diferentes desarrollos a lo largo del tiempo, pero tienen rasgos comunes, que fue lo que decidió a Kirchhoff configurar el concepto de Mesoamérica con base en estas regiones culturales.

Iniciaré por un análisis de la costa del Golfo para ilustrar cómo, desde mi punto de vista, la regionalización geográfica resulta tan inexacta como las divisiones cronológicas. Empezaremos con la cultura olmeca, de la cual no tenemos una información concluyente respecto a sus orígenes, ni al tipo de relación que guardó con diversas áreas de lo que conocemos como Mesoamérica, es decir, desde La blanca o Tajalik Abaj en Guatemala, hasta llegar a Chalcatzingo, Morelos, Tlatilco, Estado de México, Teopantecuanitlán, Guerrero, o San José Mogote en Oaxaca. Sabemos que tuvieron una extensa red comercial y que ése pudo ser el origen de su "influencia" o "presencia" que dio lugar a algún tipo de relación ideológica.

Figura 1.1. Mapa de Mesoamérica en el que se observan sus áreas culturales (fragmento) (ilustración: Citlali Coronel y Carmen Delgado).


¿Cómo llegó a su fin la cultura olmeca? ¿Cuál o cuáles fueron las culturas que la heredaron? ¿Su influencia ideológica puede haber tenido consecuencias fuera de la llamada zona nuclear? Todo parece indicar que así fue y por esa razón durante algún tiempo se le conoció como la cultura madre.

Para complicar este panorama geográfico, en Veracruz florecieron otras sociedades complejas como las de la Mixtequilla, que no se parecen nada a lo olmeca. Posteriormente en la zona de El Tajín y sus alrededores surgieron manifestaciones culturales importantes que no se asemejan ni a lo olmeca ni a las obras de el Zapotal en la Mixtequilla, y como corolario está el arte de la Huasteca, que si tiene alguna influencia o relación, sería más bien con lo maya. De modo que, en el tiempo y en el espacio, estas útiles definiciones que hemos usado de Kirchhoff ofrecen problemas.

En La Mojarra, Veracruz, la Estela 1 parece corresponder a un momento de transición entre lo olmeca y lo maya (143 y 156 d. C.), es una imagen acompañada de un largo texto posiblemente escrito en mixe-zoque (figura 1.2). 5 En el momento de su descubrimiento muchos dudaron de la autenticidad de la pieza, entre otras razones por su antigüedad y porque tiene una forma de escritura tan temprana, equiparable a los textos mayas que acompañan imágenes a partir de la Estela 1 de El Portón en Guatemala (400 a. C.), de la 29 de Tikal (292 d. C.) o de la Estela 2 de Chiapa de Corzo, que contiene la fecha más antigua conocida de Cuenta Larga (36 a. C.).6

En la actualidad, son muchos los descubrimientos que se han realizado en la zona maya que corresponden a una antigüedad similar a la olmeca, por ejemplo la subestructura del edificio 2 de Calakmul.7

Oaxaca tiene también una enorme riqueza cultural que parte de las épocas más tempranas, y que nos permite conocer en su territorio actual culturas tan diversas como la mixteca, la zapoteca y la ñuiñe.

Podemos decir con toda seguridad que Mesoamérica nunca fue un territorio estable sino una inmensa área de constantes cambios, cuyas fronteras aumentaron o disminuyeron según las circunstancias políticas, económicas o sociales que vivió a lo largo de los siglos.

La lingüística histórica ha hecho aportaciones muy importantes al estudio de los idiomas que se hablaron en Mesoamérica y de sus escrituras. Sin duda, la más estudiada y por ende mejor comprendida es la maya, pues desde hace varias décadas hay estudios dedicados a este tema; sin embargo, apenas estamos entendiendo la escritura teotihuacana, la zapoteca y la nahua. Los estudios de Alfonso Lacadena Garciagallo8 y de Erik Velásquez García9 están estableciendo el inicio del desciframiento de la escritura náhuatl, mientras que Christophe Helmke y Jesper Nielsen10 han hecho avances considerables en el estudio de la escritura de Teotihuacán y de la del Epiclásico.


Figura 1.2. Estela 1 de La Mojarra, Vercruz (modificada de Winfield, 1990, 7, figura 7).


Algunos aspectos de la ideología mesoamericana

La historia de las culturas que antecedieron el momento de la llegada de los españoles a México es antigua, rica y compleja, con una visión del mundo, mitos cosmogónicos, deidades, así como una estructura ideológica y social que ahora conocemos un poco más gracias a los abundantes estudios que se han realizado, particularmente a partir de los inicios del siglo XX.

Los temas que un historiador del arte debe abordan están limitados en muchos casos al exclusivo análisis de las imágenes, porque los textos escritos, ya sea que acompañen la imagen o que procedan de las crónicas dejadas por los misioneros y conquistadores españoles que tomaron estos territorios que ahora configuran México y otros países de Centroamérica, no son muy abundantes y hemos enfrentado durante décadas la interrogante sobre la validez de utilizar las fuentes escritas en el siglo XVI para tratar de acercarnos al producto artístico de olmecas o teotihuacanos, o de los pobladores de las costas occidentales de nuestro país, pueblos de los cuales no conocemos su escritura de manera cabal.

Nos remitimos a la imagen y en su estudio planteo líneas que nos permiten acercarnos a una posible interpretación sobre sus significados.

Por ejemplo, el conocimiento del calendario, de los movimientos aparentes de los astros y su relación con lluvias y sequías, con el paso del tiempo y con los ciclos de los organismos vivos, temas que deben de haber sido caminos de búsqueda y también preocupación de las clases gobernantes, se ven reflejados en la mayoría de sus obras, que por otra parte son el objeto de este estudio.

Desde tiempo atrás se conoce el evolucionado conocimiento calendárico, astronómico y matemático que alcanzaron los pueblos mesoamericanos desde épocas muy tempranas. Los grandes centros urbanos que florecieron durante el Clásico estuvieron perfectamente planeados, de acuerdo con un diseño astronómico que daba a todas sus construcciones una orientación que las vinculaba con el cosmos; éste es un conocimiento que data desde los primeros asentamientos olmecas, como San Lorenzo Tenochtitlán en Veracruz, en 1200 a. C.

Asimismo, los pueblos mesoamericanos conocían con precisión los movimientos sinódicos de Venus y tenían perfectamente calculado el acontecimiento de eclipses. Mientras que el concepto del cero matemático, que implica ausencia, permitió a los mayas realizar complejos cálculos calendáricos y astronómicos.

En la época prehispánica se utilizó un sitema calendárico consistente en dos cuentas o calendarios. El calendario adivinatorio o ritual de 260 días parece haber sido un invento zapoteco compartido en toda Mesoamérica, que regía todas las actividades de su vida. En el calendario civil se realizaba un cálculo solar perfecto de 360 días más cinco días aciagos. Estos dos sistemas calendáricos eran usados en las diversas regiones mesoamericanas y éste fue otro de los rasgos que llevó a Kirchhoff a pensar en la unidad mesoamericana.

Para la cosmogonía mesoamericana el universo estaba dividido en cinco rumbos, los cuatro que nosotros usamos (norte, sur, este y oeste) y el centro, que además tenía un simbolismo muy importante. El glifo maya del Sol (kin), símbolo floral con cuatro pétalos, probablemente tiene las mismas raíces. Los datos actuales indican que las llamadas esquinas del mundo, o los "rumbos cardinales mesoamericanos", pudieron haber coincidido con los puntos solsticiales en el horizonte. Es probable que estos rumbos estén representados en la primera página del Códice Féjérvary-Mayer (figura 1.3) y en las páginas 75 y 76 del Códice Madrid; estas imágenes representan esquemas calendáricos colocados en el plano terrestre, indicando los lados cardinales del cielo (norte, sur, este y oeste), correctamente distribuidos en el espacio, puesto que también se encuentran marcadas las direcciones "intercardinales".

Verticalmente se dividía en tres partes: 13 regiones superiores que varían en número, el ámbito de los hombres y nueve regiones inferiores, que también cambian según la fuente o la cultura y que eran dominadas por los dioses de la muerte y de la noche. Jesper Nielsen y Toke Sellner Reunert han propuesto que esta concepción puede no haber sido original, sino una herencia transmitida a través de los cronistas del siglo XVI, como una influencia del concepto del infierno de Dante Alighieri.11

Por otra parte, entre de las incógnitas mesoamericanas se menciona la incapacidad de haber usado la rueda como medio de locomoción; sin embargo, en Mesoamérica no existieron animales de tiro, por lo que resultaba inútil; ciertamente algunos juguetes tuvieron ruedas y desde luego hubo un extenso sistema de caminos, particularmente desarrollado en el área maya.

Éstos son algunos temas de la ideología mesoamericana que sirven para ilustrar la complejidad de sus sistemas de pensamiento y el reto al que nos enfrentamos al tratar de entenderlo para comprender mejor sus manifestaciones artísticas.


Figura 1.3. Representación de los cuatro rumbos en el Códice Féjérvary-Mayer (tomado de Arellano Hernández y Díaz Castro, 2008, p. 439, lámina 13.5).


Las sociedades americanas desde los cazadores-recolectores

Desde sus más remotos orígenes la diversidad cultural ha existido en Mesoamérica; tomemos en cuenta que los primeros pobladores debieron llegar a tierras mexicanas entre 35 000 y 15 000 años a. C. procedentes de Asia, a través del estrecho de Bering (figura 1.4), como grupos nómadas cazadores-recolectores, aunque aún en la actualidad se siguen debatiendo el modo y las fechas de la llegada del hombre a América.12 Debido a las buenas condiciones ecológicas, algunas regiones de México auspiciaron el establecimiento e incremento de sus poblaciones hasta alcanzar el grado de sociedades más evolucionadas que domesticaron plantas y animales; alcanzaron un sistema político y social bien estructurado; desarrollaron la escritura, conocimientos astronómicos y calendáricos y tuvieron unaeficiente red de intercambios regionales, así como arquitectura monumental. No obstante, otras regiones de nuestro territorio mantuvieron una población errante que buscó, y aún busca, condiciones más favorables de vida, siendo un factor importante el clima, como los cucapás que habitan el delta del río Colorado, quienes en verano e invierno, hasta hace muy poco tiempo, solían cambiar su residencia.


Figura 1.4. Estrecho de Bering (ilustración: Carmen Delgado).


Es probable que las sociedades de bandas no tuvieran, o no tengan, un elevado desarrollo tecnológico y no necesariamente corresponden a estratos complejos de desarrollo social, pero tienen leyes de comportamiento perfectamente establecidas y obedecen al óptimo orden requerido para la supervivencia. en todos los grupos es- tudiados, ya sea con base en documentos escritos o en investigaciones directas entre los inuits o los indígenas australianos, se hacen evidentes reglas y estrategias de relación para la sobrevivencia de estos grupos humanos.13

Aparentemente el núcleo más elemental de las sociedades está constituido por la banda, que es una entidad muy eficiente en tanto que son organizaciones igualitarias en las cuales se evita la propiedad privada para eludir conflictos que amenacen la conservación del grupo. La banda patrilocal es la más común entre los cazadores-recolectores, que en teoría poblaron el continente americano.14

En la península de Baja California tenemos, a través de las crónicas dejadas por los misioneros, numerosos testimonios sobre distintas normas del comportamiento de los integrantes de estas sociedades. Por lo general, las reglas obedecen a cuestiones éticas que protegen la convivencia de los integrantes de la banda y están encaminadas a evitar los conflictos que generan divisiones y por tanto amenazan la supervivencia.

La división del trabajo está muy bien establecida y aparte de la diversidad genérica, hay tareas especializadas. Las mujeres comúnmente se dedicaron a actividades que, por razones naturales como la gestación, lactancia y cuidado de los hijos, no les permitieran desplazamientos muy prolongados; por ello, la alfarería, la cestería y la recolección de frutos están asociadas a la mujer. es probable que el descubrimiento de la agricultura también haya sido una actividad femenina, en tanto que la cacería, la pesca, el comercio y la guerra son fundamentalmente actividades masculinas.

En la sociedad de clanes son comunes los llamados ritos de paso, de pasaje o momentos liminales que poseen una importancia extraordinaria. Estos rituales se vinculan con el nacimiento, la pubertad, el matrimonio y la muerte, y también con la iniciación en cofradías o categorías dentro de la comunidad. Según Mircea Eliade: "La iniciación introduce al candidato en la comunidad humana y en un mundo de valores espirituales y culturales".15 Los ritos tienen un papel fundamental, por lo general están asociados con mitos y sus celebraciones; además de fortalecer los vínculos en el clan, sirven para estrechar relaciones con los de otros territorios.16

Las fuentes legadas como testimonio por los indígenas, escritas en el siglo XVI, relatan lo mismo un pasaje histórico que acontecimientos míticos porque para los informantes indígenas estos acontecimientos tenían la misma importancia y veracidad histórica; por su parte, los conquistadores no tenían las herramientas para discernir la diferencia entre ellos.

Este tipo de sociedades son igualitarias, pero en ocasiones algunos individuos fungen como jefes de ceremonias; por ejemplo, aquellos que son buenos oradores; como afirma Peveril Meigs en su obra sobre los k'iliwas de Baja California,17 los más diestros en actividades concretas, como la caza o la pesca, también adoptan jefaturas temporales.

En las crónicas dejadas por los misioneros que colonizaron la península de Baja California hay una enorme riqueza etnográfica respecto a las ceremonias de esos ritos que deben de haber estado vinculados con la creación de las numerosas piezas de arte rupestre que sobreviven en esa y otras regiones de México. Por lo menos en la sierra de La Rumorosa yo observé la existencia de cuantiosas cajas antiguas de tabaco en un sitio con pintura. no puedo estar segura de que el tabaco se haya utilizado como alterador de la conciencia, pero se sabe que aún en épocas recientes el tabaco se combinaba con algunas especies de daturas que por otra parte son endémicas y abundantes en la zona. Esta mezcla produce diversas alteraciones en la percepción.

En Baja California existen centenares de sitios que tienen pintura rupestre; en estas excepcionales muestras de la creatividad del ser humano se plantea de nuevo la discusión entre antropólogos e historiadores del arte sobre los valores estéticos de la obra; por ello dediqué mi tesis de maestría18 a demostrar que las obras dejadas por los antiguos pobladores de la península tienen valores de composición que se buscaron deliberadamente con la intención de provocar en el espectador la idea de balance, como en Palmarito, y la de composición, como se ve en El Batequi; además encontré muestras de cultos iniciáticos como en la Cueva de la Serpiente. En todos estos lugares, localizados en la sierra de San Francisco, puedo afirmar que existen las constantes formales que pueden establecer un estilo que yo llamo Sierra de San Francisco (figura 1.5).


Figura 1.5. Pintura rupestre estilo Sierra de San Francisco, Baja California (Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, IIE-UNAM).


La evolución de las sociedades mesoamericanas

La mayoría de los autores coinciden en que el aumento de la población condujo a modificaciones sociales y políticas. De la comunidad de bandas se pasó a la tribu, etapa en la que todavía no existen gobernantes o jefes fijos; es una organización de varios miembros de diversos clanes en los cuales algunas familias empiezan a tener una posición de privilegio y poseen la cualidad de acumular mayor cantidad de bienes, que por lo general se distribuyen entre los asistentes a las numerosas ceremonias que la tribu mantiene a lo largo del año.

La jefatura, según los sociólogos, no guarda gran diferencia con la sociedad de bandas o la tribu; sin embargo, la divergencia estriba en que existen líderes permanentes para dirigir diversas actividades, tienen consejos de ancianos o de especialistas de otra índole, pero no hay una burocracia de tiempo completo, aunque tengan distintos niveles entre los jefes. Por lo general los jefes y sus familias tienen un estatus superior en la comunidad y entre otras de sus funciones asumen la de distribuir los excedentes de la producción a manera de dádivas.

En situaciones de guerra o conflicto con otros grupos, las tribus pueden mantenerun ejército y el jefe tiene la facultad de mando; estas actividades se asemejan a las que desempeña el gobernante de un Estado, que es el siguiente nivel dentro de la organización social. La diferencia consiste en que en este nivel ya hay una organización agrícola importante y sus estamentos están determinados por la distinción de actividades, lo que también otorga un estatus social como el de los mercaderes, los sacerdotes o los guerreros de las sociedades complejas. en Mesoamérica, y particularmente en México, han convivido y en ocasiones aún conviven estas diferentes etapas de la evolución social.


El juego de pelota, un elemento integrador en Mesoamérica

El juego de pelota tiene una antigüedad de más de 3 000 años. Las primeras evidencias de su práctica se ubican en occidente en El Opeño, localizado en Michoacán, en el año 1500 a. C.,19 aunque hay quien duda de que ese año sea correcto, mientras que en la costa del Golfo de México, Ponciano Ortiz y Carmen Rodríguez han hecho descubrimientos de una antigüedad similar en el Manatí y en La Merced20 en el estado de Veracruz.

La práctica de este ritual, juego o método de resolución de conflictos, fue común entre los grupos mesoamericanos hasta el momento de la llegada de los españoles. Tenemos información del siglo XVI que destaca que los encuentros se llevaban a cabo entre jugadores profesionales que incluso apostaban mantas o esclavos. Antes fue diferente, pues sabemos, por el desciframiento de la escritura que acompaña imágenes mayas, que los gobernantes antagónicos morían en la cancha como una deferencia para tener una muerte honrosa.

El juego de pelota tiene muchos y profundos significados en la ideología mesoamericana. Es la unión de los contrarios en la cancha, que se hace patente en el símbolo ollin, movimiento. La pelota, como claramente se infiere en la bola de lumbre, es una alegoría del Sol.

En algunos mitos cosmogónicos importantes como el Popol Vuh o la leyenda de los soles, el juego de pelota aparece como inicio de una era, y en Teotihuacán estaba asociado con el inicio del tiempo.21

Todo en el juego de pelota está vinculado con la unión de los contrarios;22 la confrontación misma en la cancha es un ejemplo (figura 1.6), pero sus símbolos son duales ya que está asociado con la vida y la muerte, el Sol y la Luna, y en consecuencia con la noche y el día.


Figura 1.6. Juego de pelota de Xochicalco, Morelos (Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, IIE-UNAM. Foto: Gerardo Váquez, 2008).


Hay una evidente vinculación con los batracios, sapos y cocodrilos que tienen significados importantes, destacando el sapo como productor de bufotenina, un potente alterador de la conciencia que en ocasiones produce efectos eméticos y diarreicos. Por otra parte, estos batracios están directamente vinculados con la llegada de la lluvia, y aquí surge un tema por demás apasionante en la iconografía mesoamericana que es la vinculación entre el dios de la lluvia, llamado Tláloc por los mexicas y a quien por extensión llamaron igual en Teotihuacán (aunque bien sabemos que la lengua que se habló en Teotihuacán no fue el náhuatl), y la serpiente emplumada, una de las personalidades de Quetzalcóatl, quien también está relacionado con el juego de pelota.

Tláloc estaba asociado con esta práctica —como puede verse en los murales de Tepantitla— por lo que lleva en la boca un nenúfar (figura 1.7).23 Con esta flor (Nympheaea ampla) iremos a otros significados del juego de pelota: los alucinógenos y el inframundo.


Figura 1.7. Representación de Tláloc en los murales de Tepantitla con un nenúfar en la boca (Archivo Fotográfico Proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México.
Foto: Ricardo Alvarado, 2007; foto de la ninfea: María Teresa Uriarte).


La planta acuática se caracteriza por vivir en dos ambientes naturales; las flores crecen en la tierra y las plantas acuáticas tienen la peculiaridad de transcurrir su vida en el agua, sus rizomas son potentes alteradores de la conciencia. La sustancia activa de la planta es la apomorfina, que es también un eficaz emético, es decir, produce violentos vómitos después de los cuales se induce un estado de plácida somnolencia.24

No me quiero detener demasiado en el análisis de Quetzalcóatl, que aparece en el capítulo sobre deidades, pero como serpiente emplumada está relacionado con la lluvia en los murales de Techinantitla y también es mencionado en el canto a Otontecuhtli.

El cocodrilo es otra de las alegorías duales del juego y cuyos significados son importantes. Aparece en una hermosa palma de Veracruz y en otros diseños de la zona. Además de su carácter dual agua-tierra, cocodrilo es el primer día del calendario, de manera que vamos de nuevo al tema de la medición e inicio del tiempo en una vinculación con el juego de pelota.

Las mariposas son un metáfora más del juego y no es difícil de imaginar, ya que es un animal con una clara evolución de etapas que al final son opuestas; tiene su fase larvaria terrestre y ya convertida en mariposa que puede volar por el aire, es en cierto sentido una réplica de Quetzalcóatl que une en sí mismo lo telúrico y lo celeste.

Simbólicamente la mariposa está relacionada con el fuego, tal vez por las múltiples variedades de mariposas nocturnas que son atraídas por este elemento.25 Los atlantes de Tula portan pectoral de mariposa (figura 1.8) y también lo llevan muchas esculturas de guerreros, tanto en Tula como en Tenochtitlán; por ello se vinculan igualmente con la guerra y con las almas o entidades espirituales de los guerreros.

De igual manera el pectoral de mariposa lo llevan las figuras de los guerreros del templo inferior de los jaguares de Chichén Itzá, que forma parte de la cancha de juego de pelota. Una de las ceremonias más importantes de la vida mexica era la del Fuego nuevo que se realizaba cada 52 años y que era el comienzo de una nueva era, aunque también se ha propuesto que conmemoraba el final e inicio simultáneo de las dos cuentas calendáricas. Esto asocia al fuego y la mariposa con el inicio del tiempo, algo que hemos visto que es común en relación con el juego de pelota.

Por lo general la muerte asociada al juego es por decapitación; así lo vemos en los relieves de la cancha de Chichén Itzá (figura 1.9), por cierto una de las mayores de Mesoamérica que además es cerrada. También es evidente en las lápidas de Vega de Aparicio en donde se ven jugadores de pelota decapitados, y de su cabeza, al igual que los de Chichén Itzá, brotan serpientes en vez de sangre.

La muerte y el renacimiento de las plantas y de las almas o entidades espirituales de los guerreros y de los planetas asociados a los alucinógenos y el relato en el Popol Vuh también enlazan a esta práctica con el inframundo y con el viaje que lleva de la muerte al renacimiento.26

No debemos olvidar que el consumo de alteradores de la conciencia implica un doble nacimiento, ya que por lo general en las sociedades antiguas la ingestión de sustancias psicotrópicas se realizaba durante ritos iniciáticos llevados a cabo por cofradías. Las implicaciones simbólicas de estos temas son inmensas en las sociedades mesoamericanas y hacen patente la importancia del juego de pelota, y de ahí la larga historia de esta práctica en Mesoamérica.

Éstos son algunos de los numerosos temas que pueden abordarse al estudiar la historia de este territorio cultural que, en espera de una mejor y comúnmente aceptada denominación, seguiremos llamando Mesoamérica.


Figura 1.9. Relieves del juego de pelota de Chichen Itzá que muestran a un jugador decapitado
(Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, IIE-UNAM. Foto: María Teresa Uriarte, 1992.
Edición digital: Carmen Delgado).


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1  Eduardo Matos Moctezuma, "Mesoamérica", en Leonardo López Luján y Linda Manzanilla, Historia antigua de México, vol. 1, México, INAH/UNAM-IIA/Porrúa, 1994, pp. 95-119.  [regresar]

2  Ibid., p.109.  [regresar]

3  Jeff Kowalski y Silvia Graham, Twin Tollans: Chichen Itza an Classic Mesoamerican World, Georgetown, Dumbarton Oaks Library and Collection, 2007; Lindsay Jones, Twin City Tales: A Hermeneutical Reassesment of Tula and Chichen Itza, Boulder, Universitu of Colorado, 1995.  [regresar]

4 Christiphe Helmke y Jesper Nielsen, The Writing System of Cacaxtla, Tlaxcala, Mexico, Barnardsville, Boundary and Archaeological Research Center, 2011.  [regresar]

5 John Justeson y Terrence Kaufman, "A Newly Discovered Column in the Hieroglipyc Text on La Mojarra Stela 1: A Test of the Epi-Olmec Decipherment", en Science, núm. 227, 1997, pp. 207-210, p. 207.  [regresar]

Jorge Pérez de Lara y John Justeson, "Documentación fotográfica de monumentos con escritura e imaginario epi-olmeca", reporte electrónico consultado el 4 de noviembre de 2012, FAMSI, 2006, pp.8-9: htpp://www.famsi.org/reports/05084es/index.html.  [regresar]

7Los mayas: señores de la creación: los orígenes de la realeza sagrada[regresar]