SOBRE LA AUTORA

Marilyn Schlitz es una escritora premiada, conferenciante carismática, investigadora pionera y una voz importante en los estudios sobre la consciencia y la salud cuerpo-mente. Obtuvo el doctorado en antropología social en la Universidad de Texas, en Austin, y fue premiada con una beca de posdoctorado en psicología social por la Universidad de Stanford. Fue presidenta y directora ejecutiva del Instituto de Ciencias Noéticas, y es la fundadora de Worldview Enterprises, donde crea programas culturales informativos y educativos sobre la consciencia, la sanación y la transformación de la visión del mundo.

Marilyn es una escritora prolífica que ha publicado cientos de artículos en revistas científicas y en publicaciones populares. Anteriormente mantenía columnas en Spirituality and Health Magazine, The Noetic Review y Shift Magazine. Trabaja en las juntas editoriales de Explore y Permanente Journal. Otros libros suyos son Consciencia y sanación: estrategia integral para la medicina cuerpo-mente (con Tina Amorok y Marc Micozzi) y Vivir profundamente: el arte y la ciencia de la transformación en la vida diaria (con Cassandra Vieten y Tina Amorok). Su aplaudido largometraje documental (con Deepak Chopra), titulado La muerte hace posible la vida, es el compañero de este libro.

Actualmente, Marilyn es miembro del Instituto de Ciencias Noéticas, científica del Instituto de Investigación del Centro Médico de California-Pacífico, y miembro de la Academia de Aprendizaje Transdisciplinar y Estudios Avanzados (ATLAS, por sus siglas en inglés), y tiene un puesto en la junta directiva del Pacifica Graduate Institute. Con frecuencia imparte conferencias por todo el mundo. Sus descubrimientos científicos han sido presentados en The New York Times, el Huffington Post, la Radio Pública Nacional, la cadena Sistema de Radiodifusión Pública y muchas otras. Vive en el norte de California con su marido, su hijo adolescente y sus dos perros. Para saber más acerca de su trabajo, su blog y sus charlas públicas, visita su página web www.marilynschlitz.com.

autora

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www.editorialsirio.com

Título original: Death Makes Life Possilbe

Traducido del inglés por Pedro Ruiz de Luna González

Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.

Composición ePub por Editorial Sirio S.A.

Verdaderamente es una gran paradoja cósmica que uno de los mejores maestros de la vida sea precisamente la muerte.

Ninguna persona ni situación podría enseñarte tanto como la muerte... Aprende a vivir como si estuviera s enfrentándote a la muerte a cada instante, y te harás más valiente y más despejado. Si vives la vida plenamente, carecerás de últimos deseos.

MICHAEL A. SINGER,

El alma sin trabas

PRÓLOGO

LA VIDA ES UNA
SARTA DE ABALORIOS

DEEPAK CHOPRA

He pensado en la muerte desde que, teniendo yo seis años, mi abuelo falleció de repente. El suceso fue estremecedor, porque mi hermano menor y yo habíamos pasado el día con él. Fue un día especialmente maravilloso, en el que fuimos al cine a ver Ali Babá y los cuarenta ladrones. Él murió aquella misma noche. Me desperté al oír que las mujeres de la casa gritaban de dolor y pena, lo cual fue una experiencia aterradora.

Me ha llevado casi toda la vida comprender totalmente que la muerte es lo que hace posible la vida. La desaparición de una forma permite que surja otra nueva; es un proceso continuo y absolutamente necesario. Tú eras un niño, y ahora ese niño ya no está aquí; fuiste un adolescente, y ahora ese adolescente ya no existe.

La muerte nos ofrece la oportunidad de devolver lo que nos fue entregado en el momento de nacer: el invisible don de la posibilidad. Devolvemos el regalo al haber materializado en experiencia lo que era solamente posibilidad; pero según termina una experiencia –al llegar a su extinción– siempre seguimos haciendo reales más posibilidades. Nosotros somos la posibilidad de todo lo que fue, de todo lo que es y de todo lo que será. Eso es lo que significa estar vivo, eso es lo que significa estar conectado a una fuente que se llena siempre a sí misma. Si puedes basarte ahora mismo en esa posibilidad eterna, que es tu estado primordial, entonces la vida es un don y la muerte es un don.

Si comprendes que todo en el universo, incluso tus propios cuerpo y mente, es una actividad, y que el nacimiento y la muerte son acontecimientos del espacio-tiempo engranados en esa actividad, serás consciente de que ambos son parte de algo mayor. ¿Qué es ese algo en el que ocurren todos los acontecimientos? Es la consciencia. Esa es la respuesta que dan las tradiciones de sabiduría del mundo, que, en el fondo, no son religiones, sino exploraciones de la consciencia humana. ¿Dónde reside la consciencia?, ¿quién tiene la experiencia de ser consciente?

Todas estas parecen preguntas enormes, así que déjame que te haga una más sencilla: ¿qué cenaste anoche?

Digamos que hayas cenado pasta. Ahora, cuando recuerdas esa experiencia, tienes una imagen mental de la cena, junto con la de la gente con la que estabas y la del lugar donde cenabas. Estoy seguro de que estás reviviendo esa experiencia por medio de imágenes mentales, es posible que hasta llegues a paladear la comida, a ver los colores, a oír la conversación que se daba en la mesa. Sin embargo, si me metiera en tu cerebro no vería imagen alguna que describiese lo que ves, ni oiría ninguno de los sonidos que oyes. El cerebro es totalmente silencioso y oscuro. Yo solo detectaría una actividad electroquímica, pero nada como la experiencia vital total que tienes ahora mismo.

De manera que, ¿dónde podemos situar esa imagen, esos sonidos, esos sabores?, ¿y dónde estaba toda esa actividad electroquímica que corresponde a la imagen antes de que decidieras recordarla? Cualquier respuesta lógica se enfrentaría con un enigma. En el cerebro no existe una localización para la experiencia antes de que una intención la evoque; pero cuando te pedí que recordases lo que habías comido en la cena, ya tenías espontáneamente una intención, que recupera el recuerdo por sí misma. El recuerdo no era una memoria electroquímica, era el recuerdo de imágenes, sonidos y conversaciones, y acaso el sabor y el olor que, tomados en conjunto, constituyen tu experiencia.

Eso era el recuerdo, pero no había nacido realmente hasta que te hice la pregunta. Entonces, ¿en qué forma existía antes de eso? Existía como una especie de «onda de posibilidad» invisible en eso que llamamos consciencia, que no posee una localización concreta. No solamente los recuerdos tienen esa doble existencia, toda experiencia la tiene, primero como posibilidad sin localización y luego como un acontecimiento en el espacio y el tiempo.

Con este conocimiento, la muerte parece muy diferente del cese total que todo el mundo teme tan profundamente. ¿Qué nos ocurre cuando morimos? Nos dirigimos al mismo lugar donde estaba el recuerdo de la pasta antes de que te hiciera la pregunta. De hecho, tú y yo estamos aquí ahora –no tenemos que esperar hasta el momento de la muerte– porque la existencia es un campo de posibilidades.

Un ejemplo común de eso lo tienes muy cerca de ti: tu vocabulario. Tú tienes un fondo hecho de todas las palabras que conoces, que asciende a decenas de miles de ellas para el caso de una persona con alto nivel de educación; pero en este momento tu vocabulario no se encuentra en parte alguna de tu cerebro. No se puede localizar en el cerebro una huella física de las palabras; tu capacidad de hablar no existe en forma de palabras, ni siquiera en tu consciente. Las palabras existen en el mismo lugar que esos recuerdos posibles de los que hemos hablado. Un físico lo llamaría campo cuántico, expresión con una larga historia que antecede al advenimiento de la ciencia. El señor Krishna dice en el Baghavad Gita: «Yo soy el campo, y yo soy quien conoce ese campo».

En ambos casos, el campo es un campo de la consciencia. La palabra sánscrita para campo es kshetra, y el conocedor de este es kshetrajna. De manera que somos tanto el campo como el conocedor del campo, porque el señor Krishna habla para toda la consciencia. Por utilizar otra frase de Krishna, nos curvamos hacia nosotros mismos para crear las experiencias que llamamos recuerdos, que están enclavados como posibilidad. ¿Qué es eso de curvarse hacia uno mismo? Es la consciencia de sí, la propiedad más básica de la consciencia. Hay una palabra sánscrita para describir cómo se almacena y activa la memoria: samskara. Los samskaras no son recuerdos, son la semilla de la memoria; dicho de otra forma, son una memoria posible.

La forma en que una posibilidad es capaz de surgir como un acontecimiento concreto corresponde maravillosamente con lo que en física se llama efecto del observador. Antes de que observes una partícula subatómica, esta existe como una onda de posibilidades. Luego desarrollas la intención de observarla, y ahí está: un fotón o un electrón concreto aislado. Gracias a la vida duplicada que impera en cada nivel, una partícula aislada cuenta solamente la mitad del cuento, porque, tanto si surge como si desaparece, la partícula no abandona nunca el campo, lo mismo que una ola no se separa nunca de la totalidad del mar, tanto si sube como si baja. Tú estás en ese campo ahora mismo y participas de esa duplicidad. La próxima palabra que digas, que será un acontecimiento aislado, depende de que la recuperes del campo.

¿Te asusta llegar hasta allí? No. Podemos conjeturar, por la forma de funcionar de la vida, que volverás a ese mismo campo cuando mueras. No hay nada en la naturaleza que indique que el continuum (entidad física continua) termine alguna vez. Una vez que has entendido la existencia, la llamada «no existencia» ya no vuelve a ser la misma. Esto es cierto para todo el mundo físico. Cuando digo «esto es una mesa», o «esto es mi cuerpo», experimento colores, sonidos, sabores y texturas. En el habla moderna se los denomina qualia, o cualidades de la consciencia. Todo aquello a lo que llamo mundo objetivo «ahí fuera» está constituido por las cualidades de la consciencia dentro de mí mismo.

Si digo «dentro de mí mismo», ¿quién es ese «mí»? Si te introdujeras en mi cerebro, no me encontrarías, porque la sensación del «yo» es también una de nuestras qualia. Tiene que serlo, porque la realidad se conoce solamente por la experiencia, y la experiencia es una concentración de qualia en constante cambio. Conforme fluyen a través de mí los pensamientos, las sensaciones, las imágenes y los sentimientos, estos forman todo lo que sé, o lo que tal vez pueda saber. El cerebro humano no puede experimentar lo que sea que exista fuera de las qualia. La sensación «tú» es también una qualia, lo mismo que la sensación «yo», y ambas están en el campo.

¿Recuerdas lo que hacías el jueves de hace tres semanas? Es muy probable que no. Solo recordamos lo que nos resulta práctico o que tiene una importancia afectiva. Si el jueves de hace tres semanas te enamoraste, es cien veces más probable que recuerdes la fecha y lo que sucedía. Las emociones son fortísimas qualia de la consciencia. Las formas del pensamiento emotivo son las qualia que mantienen los lazos de la vida. Todo es un continuum de imágenes de qualia enlazadas: el pasado existe como una posibilidad que puedo recuperar, el futuro es una posibilidad que puedo crear y, en este momento, estoy liberado de los dos.

Si te das cuenta de que existes en este continuum que se despliega como el ahora eterno, no puedes sentir miedo a hacerte consciente de que mueres en cada momento y renaces en el siguiente. La muerte es el cambio creativo que merece celebrarse, no temerse. Eso es lo que de verdad quiero decir con «la muerte hace posible la vida», porque vives realmente al participar de la efervescente actividad del campo, donde la creación debe acoger la destrucción. En caso contrario, si vives como mucha gente, ya sea en el pasado o ya sea en el futuro, estás viviendo en un sueño.

De hecho, la mayoría de las personas se pasan el 99,9% de sus vidas en un sueño. Lo que les obsesiona son los pensamientos sobre el pasado y las ideas sobre el futuro. Unos son recuerdos de dolor y de placer, los otros son una expectativa de dolor y de placer. Buda nos avisaba de que esta obsesión carece de fin y de escapatoria. Estarás constantemente intentando evitar el dolor y buscando el placer, sin darte cuenta de que los dos están entrelazados. Si de verdad quieres vivir, tienes que estar completamente vivo en este momento. Eso significa estar muerto para el pasado y para el futuro; en ese punto fluyes eternamente en el campo de las posibilidades.

Una buena descripción práctica de la iluminación es la de ser inmune a la atracción del pasado y del futuro. Vivimos en un sueño a menos que nos despertemos aquí y ahora, en el momento. Suponemos que la vida está encastrada en lo físico, pero no es así. Solamente percibimos lo que las formas de nuestro pensamiento nos permiten percibir.

Cuando muero, dejo de recuperar la corriente de información reunida por el cerebro. Es un tiempo de incubación para un nuevo surgimiento, o una nueva vida, lo llames como lo llames. Existen muchos niveles de incubación posibles, y así debe ser, puesto que todos los mundos, y no solo este, son creaciones de la consciencia. Los físicos dicen que, a nivel cuántico, el tiempo entre la actividad y la no actividad, el intervalo entre la existencia y la no existencia, consiste en solamente unos cuantos microsegundos. Las células de tu cuerpo mueren según su calendario preestablecido, dependiendo de dónde se hallen: a los glóbulos rojos les lleva ciento veinte días morir, y luego nacen otros nuevos. Las células estomacales mueren en cinco días, las de la piel en treinta. Sin embargo, el cuerpo existe más allá de este flujo físico, mantenido por la memoria, que es una inteligencia invisible al nivel del campo donde existen los planes auténticos de la vida.

De manera que la reencarnación de los recuerdos ocurre en mi cuerpo ahora mismo, a todos los niveles: cuántico, celular, molecular, mecánico, etc. De hecho, si detienes la coordinación que se da entre la vida y la muerte, lo que consigues es una célula cancerosa. Las células cancerosas han olvidado cómo morir, se han olvidado de la memoria de la totalidad. Como han olvidado la memoria de la totalidad, siguen en su propia búsqueda personal de la inmortalidad. Matan al resto del cuerpo, y terminan muriendo ellas mismas también, de todas maneras. La naturaleza implosionaría en la nada si perdiese el conocimiento de que la muerte hace posible la vida. Todos estaríamos momificados en un universo congelado. Lo que mantiene vivo al universo es que está muriendo y renaciendo constantemente. Cada vez que renace crea una versión mejorada de sí mismo. A este proceso lo llamamos evolución.

Todos somos parte de la evolución cósmica. A todos los niveles, nuestro morir no es estático. Volvemos a emerger de un momento al siguiente como una versión, es de esperar mejorada, de nosotros mismos. Por eso la muerte es tan emocionante: con cada muerte hay una nueva oportunidad. El universo no puede permitirse ignorar todas y cada una de las nuevas posibilidades, por eso recicla la materia, la energía y la información. Nada se crea ni se destruye, solo se transforma. ¿Por qué, por tanto, no se reciclaría a sí misma la consciencia?, ¿por qué sería una excepción? En realidad, es el campo de la consciencia lo que se recicla como energía, información y materia.

Hace algunos años, mientras yo estaba muy lejos, en los Estados Unidos, mi padre murió de repente en la India. Me quedé sobrecogido, sentía remordimientos y pena por no haber estado junto a él. Así es como nos impacta la muerte personalmente: nos apenamos por lo que nos ha sido arrebatado. Sin embargo, la pérdida depende de la perspectiva propia de cada uno. En ese estado, me pregunté a mí mismo: ¿dónde estaba mi padre cuando vivía? En mi consciencia. ¿Dónde se encontraba la relación que tenía con él cuando estaba vivo en su cuerpo físico? El amor que yo sentía, el vínculo, los lazos, todo eso se hallaba en mi consciencia. ¿Dónde está mi padre ahora? En mi consciencia.

Creo que la clave para la conquista de la muerte es averiguar quién eres. Mientras te identifiques con tu cuerpo y con tu mente estarás embaucado por una superstición, porque el cuerpo y la mente mueren constantemente. Yo no tengo los mismos pensamientos que tenía cuando era adolescente; no tengo la misma personalidad; no tengo las mismas emociones. Entonces, ¿cuál es el hilo de continuidad en todo ese «yo»?

Existe la continuidad de los recuerdos personales. Imagina que tienes una sarta de abalorios. Piensa que los abalorios son como los recuerdos, que siempre están unidos por una hebra invisible. Ese eres tú: tú eres el hilo en el que se enhebran los recuerdos. Si puedes llegar a ese nivel más profundo, que no posee recuerdos pero les da continuidad, habrás conquistado la muerte. Vista como un continuum, más que como una secuencia de recuerdos, la existencia es inmune a la muerte. Te das cuenta de que la muerte es una ilusión, de que siempre lo ha sido.

Considero la muerte como un salto cualitativo del alma, que utiliza el mismo software kármico –recuerdos, experiencias, imaginación, deseo...– para reinventarse a sí misma en un contexto nuevo. Uno se reinventa en un nuevo lugar, con nuevos significados y nuevas relaciones, para continuar la misma travesía del alma. No edifico este concepto sobre la religión o la fe. Describe el salto cualitativo que sucede cuando tengo un nuevo pensamiento, o mi cuerpo fabrica una célula nueva. La muerte es la posición «apagado» entre los «encendidos». El universo es una vibración multidimensional compleja, en la que todo se enciende y se apaga. Si el universo se reinventa a sí mismo apagándose, nosotros también lo hacemos.

Sin embargo, es importante no identificarse con el mecanismo, porque el yo no es una creación mecánica. Tú no eres tu cerebro, y tampoco eres tu cuerpo; simplemente eres el usuario de tu cerebro y de tu cuerpo. Cada vez que tienes un acontecimiento mental existe una representación neuronal de ese acontecimiento. Se puede ver dónde ocurre por el destello de actividad electroquímica que se muestra en una IRMf (imagen por resonancia magnética funcional), pero lo que ves es un yo que se hace real, de la misma manera que el cerebro hace reales los recuerdos. Nadie ha encontrado nunca rastro alguno de la memoria en una neurona. En una neurona tampoco está tu imaginación, ni tus deseos, ni tus intenciones; nada hay ahí de lo que nos hace humanos. Es inútil diseccionar neuronas para descubrir la localización de la percepción, la intuición y la inspiración. Estas son cualidades del alma, y el alma no es localizable –aunque todas las experiencias del alma deben tener su registro correspondiente en el cerebro, puesto que la función del cerebro es la de manifestar cualquier tipo de posibilidad haciendo que sea localizada, personal y perceptible.

Actualmente, en la ciencia existen dos puntos de vista sobre la consciencia. Uno es que la consciencia es una propiedad emergente del cerebro y, por lo tanto, una propiedad emergente de la evolución. Este es el punto de vista materialista-reduccionista. Existe otro, que ahora se va introduciendo sigilosamente entre algunos científicos posmodernos, que se inspira de nuevo en la filosofía, en las tradiciones espirituales y en la teoría evolutiva. Este punto de vista sostiene que la consciencia no es una propiedad emergente, sino inherente al universo mismo. De hecho, la consciencia dirige la evolución. Estas dos teorías pueden simplificarse como «la materia primero» y «la mente primero». He venido proporcionando un argumento de la clase «la mente primero», en el que la consciencia es un campo de efectos; no es localizable, es transcendente y eterna, es el terreno fundamental desde el que todo emerge. Como es anterior al tiempo, la consciencia cósmica no está sometida al nacimiento ni a la muerte.

Uno de los problemas notorios de la postura «la materia primero» es este: cuando te propones buscar la consciencia, es la consciencia lo que realiza la búsqueda. Esto es una experiencia subjetiva, por definición. No puedes evitarlo concentrándote en el cerebro, aunque la neurociencia está convencida de que algún día una disección refinada de neuronas y un mapa completo de la actividad cerebral revelarán el secreto de la consciencia. Sin embargo, eso no es posible, porque para que el cerebro sea la fuente de la consciencia uno debe encontrar el punto exacto en que las moléculas aprendieron a pensar. Una molécula de azúcar es incapaz de pensar mientras está en el azucarero. Conforme esta molécula se ingiere y viaja al cerebro, ¿en qué punto aprende mágicamente a pensar?

Aun así, la actividad inversa, o sea, que los pensamientos se conviertan en moléculas, ocurre en el cerebro constantemente. Para poder manifestarse, cada impulso de pensamiento debe crear un conjunto único de reacciones químicas. Esto es igualmente cierto tanto si esperas tener una cita con alguien esta noche como si te apetece un bocadillo de jamón, o como si tienes una visión angélica. La mente activa la materia al convertir un potencial invisible en un acontecimiento físico organizado en el cerebro. Cualquier «prueba» objetiva de la mente que provenga de estudiar el cerebro es, como mucho, deductiva, de la misma manera que una persona sorda puede mirar la bajada y subida de las teclas de un piano y deducir la existencia de la música. Una prueba así no es una prueba directa. Así que deben combinarse los datos de la ciencia con las percepciones de los grandes sabios para comprender plenamente la consciencia en su doble vida: como posibilidad y como manifestación. Sin la posibilidad, no existe la manifestación.

Todas las explicaciones relacionadas con adónde vamos cuando morimos que han elaborado las antiguas tradiciones de sabiduría tienen una cierta validez, porque la vida tras la muerte es un territorio de proyección. Si nos creemos la ilusión del mundo físico, si confundimos la existencia con conseguir el mínimo de dolor y el máximo de placer, eso significa que el cielo mejora esa ilusión, y el infierno la rebaja. Al final, el producto resultante de una proyección debe ser también otra proyección. Mientras comprendas que la proyección creada por los cinco sentidos no es la realidad, todas las versiones de la vida tras la muerte existen al nivel de un campo de juego. Son válidas, de la misma manera que es válida una buena película.

Nuestra experiencia de Dios posee también muchas versiones, proyectadas desde diferentes estados mentales. Cuando tememos por nuestra supervivencia, Dios es quien nos castiga o nos protege. Cuando estamos en paz, Dios es la redención. Cuando somos creativos, Dios es el creador. Cuando tenemos una consciencia arquetípica, Dios es el autor de los milagros. Toda definición de Dios proviene de un estado de consciencia. Yo creo que Dios es verdaderamente el principio creador y organizador invisible que existe como pura potencialidad, que es el origen de todo, antes de que todo se manifieste; pero para dar validez a todo esto tienes que experimentarlo. La oración y la meditación, el amor profundo y todo aquello de lo que hemos hablado pueden proporcionarte esta experiencia. Te dispones a alimentar tu alma, por así decirlo.

Esto me lleva, con gran deleite, a este libro escrito por mi querida amiga y colega Marilyn Schlitz. Marilyn es una polímata de gran talento y un ejemplo del acercamiento posmoderno a la consciencia. Como antropóloga, aporta sabiduría y respeto por las ­tradiciones culturales del mundo sobre la muerte y lo que sucede tras ella. Como científica llena de sentimiento, ha hecho que su misión sea la de dedicarse al gran enigma de la transformación, del que la muerte es parte esencial. Sus pioneras investigaciones sobre la ciencia de la consciencia proporcionan una base sólida para los volubles estudios sobre quién somos realmente. Como sanadora, habla directamente a una fuente fundamental del sufrimiento y quiere guiarnos hacia una nueva cura. Y como practicante espiritual y maestra de talento, Marilyn nos conduce por todo ello a través del ejemplo y de comunicarnos los vislumbres de su propia transformación por medio de su papel de escribiente cultural.

La visión que motiva el libro La muerte hace posible la vida, junto al largometraje del mismo nombre, es la de contribuir a que te liberes del miedo a la muerte y lo trasciendas. Comparto con esta escritora tan dotada la visión de un mundo en el que podamos realizar completamente nuestro potencial. Ojalá encuentres alegría, compromiso y satisfacción profunda leyendo esta obra notable. Y, de camino, ojalá te despiertes a tu vinculación con todo en la vida.

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PORTADILLA

INTRODUCCIÓN

Muerte, nombre (del latín mors): la cesación o término de la vida/el momento en el que alguien o algo muere.

Ciencia cristiana: la falsedad de la vida en la materia/todo lo que es irreal e incierto.

Vida, nombre (del latín vita): la capacidad de crecer, cambiar, etc., que diferencia a las plantas y a los animales de los objetos, como el agua o las piedras.

¿Qué es la muerte?, ¿qué ocurre después de morirnos? ¿Cómo afectarán las respuestas a esas preguntas al modo en que vivimos nuestras vidas?

Mis encuentros con estas preguntas eternas empezaron antes incluso de lo que puedo recordar, y antes de que fuese capaz de formularme interrogantes. A los dieciocho meses de edad, yo era una niña curiosa y precoz, que exploraba el mundo a su alrededor metida en un pijama rosa. En un momento de descuido, mi padre se dejó una lata de combustible para mecheros abierta sobre la mesa de formica amarilla de la cocina. Tomé la lata y puse la boca sobre la abertura. Durante varios meses, mi pequeño cuerpo batalló mientras yo yacía en la cama de un hospital. Mis pulmones se esforzaban por asentar mi respiración y yo luchaba en la zona gris entre vivir y morir. Tras varias sesiones de cuidados intensivos, sobreviví. Estoy segura de que esta experiencia plantó en mí las semillas del respeto y el agradecimiento por el arte de la sanación. Saber que he sobrevivido de muy niña a una experiencia horrorosa me ha otorgado la curiosidad de conocer la membrana semipermeable entre la vida y la muerte.

Crecí en Detroit, en el estado de Michigan, durante las décadas de los sesenta y los setenta, una época en la que los Estados Unidos estaban en guerra consigo mismos. Era una guerra de razas, de clases, y al final una guerra de consciencias y visiones del mundo.* Me hice mayor de edad en una época muy compleja y en un ambiente que alimentaba mi rebeldía a niveles individuales y sociales; vivía entre la confusión, la rabia y el deseo de cambio.

Cuando tenía quince años, una noche estaba en el asiento trasero de una motocicleta con la persona inadecuada, en el momento inoportuno y en el lugar equivocado. Del aparcamiento de un bar salió un conductor borracho, con las luces apagadas, y golpeó la motocicleta. El choque arrojó mi cuerpo por los aires. Durante lo que ahora sé que fue una experiencia extracorporal, miré desde arriba cómo caía mi ser físico y se estrellaba contra el suelo. Recuerdo claramente que sentí que mi consciencia trascendía mi cuerpo y que lo miraba desde un punto panorámico más elevado.

Me llevaron a urgencias con un corte ancho y profundo en la pierna izquierda. Mientras esperaba a mis padres, que estaban a horas de camino, oí hablar de una posible amputación. Los del equipo médico de urgencias hicieron todo lo posible, me dieron sesenta y seis puntos bajo la rodilla y finalmente me enviaron a casa con muchos interrogantes sobre la recuperación de mi pierna.

Durante la semana siguiente, recostada en el sofá de la casa familiar, de alguna manera concebí la idea de que yo podría ser útil y que para ello tenía que visualizar que mi sistema inmunitario me sanaba la pierna. Me echaba allí largos períodos de tiempo, notando los hormigueos de la sanación. No vengo de una familia de médicos, no recuerdo haber oído nada acerca de la medicina cuerpo-mente antes de esa época. Ahora veo que entonces tuve un conocimiento directo e intuitivo de lo que tuve que hacer para provocar mi propia curación.

Mi visión del mundo se ha ampliado con los años para amoldarse a una gama mayor de la posibilidad humana. Hoy día, tengo los pies bien colocados en el suelo y la consciencia de que algunos aspectos míos son más que algo meramente físico. También he vivido la experiencia de hallarme a la cabecera de las camas de parientes y de amigos que han cruzado al otro lado, lo que ha contribuido a profundizar mi propio conocimiento de la mortalidad. He sentido el dolor de la pérdida y el potencial transformador de encontrar la paz en el duelo.

PUERTAS PARA EL DIÁLOGO

Buscar respuestas a las preguntas sobre la consciencia y la visión de la vida se ha transformado en el trabajo que define mi vida. He investigado durante muchos años las dimensiones ocultas del ser humano. He dirigido un sinnúmero de experimentos para examinar las magnitudes sutiles de la mente y la existencia de la consciencia más allá del cuerpo.1 He abordado preguntas fundamentales sobre las posibilidades sanadoras que radican en nuestra capacidad de cambiar y de transformar. He preguntado a muchos miles de personas: gentes comunes, niños, consumados científicos y alabados depositarios de la sabiduría que representan a muchas tradiciones y visiones de la vida.

He trabajado con equipos de colegas, como las psicólogas Cassandra Vieten y Tina Amorok, para desarrollar un modelo que explique cómo se transforman nuestras visiones del mundo y de la vida. Este modelo de transformación de la visión del mundo se inspira en la naturaleza de las experiencias que atraviesan la distancia entre nuestro conocimiento y nuestro ser físico y metafísico. En 2008, publicamos nuestros descubrimientos preliminares en el libro Vivir profundamente: el arte y la ciencia de la transformación en la vida diaria.2 En este trabajo anterior dejamos fuera el papel que la consciencia de la muerte tiene en cómo vivimos y en cómo nos transformamos. En mi propia exploración he buscado conocer el papel que desempeña la muerte en nuestros propios crecimiento, sanación y despertar espiritual.

EL COSTE DE NO HABLAR DE LA MUERTE

El tema de la muerte es a la vez oportuno y pertinente para todos nosotros. Como revelan los hechos demográficos, somos una población que envejece. Por todo el mundo se da un aumento sin precedentes en la media de edad de la gente. En 2008, se calculaba que el número de personas de sesenta y cinco años de edad o mayores era de quinientos seis millones en todo el mundo; se estima que ese número alcance los mil trescientos millones para el año 2040. Se predice que la población de los Estados Unidos llegará a los cuatrocientos millones para el año 2050, y más o menos el 20% serán personas de sesenta y cinco años o mayores. Los de la generación de la explosión de natalidad (los nacidos entre 1946 y 1964), de la que formo parte, se encuentran en edad de jubilación, a pesar de lo mucho que se esfuerzan por permanecer jóvenes. En los Estados Unidos, más de diez mil personas de esa generación llegan a los sesenta y cinco años de edad cada día. Este grupo representa el sector de población estadounidense con más crecimiento.3

Daryl Bem, psicólogo social de la Universidad de Cornell, que también pertenece a esa generación, me dijo: «Dada la edad que tengo –ahora estoy en los setenta–, he cambiado, como mucha otra gente mayor hace, de pensar hasta este momento en mi vida a, en lugar de eso, cambiar al pensamiento de mi vida hasta la muerte. Y esto cambia la perspectiva de uno de muchísimas formas». Al igual que Bem, los de la generación de la explosión demográfica empiezan a pensar en su propia muerte y en lo que pueda haber más allá de esta vida.

En los Estados Unidos, los de la generación de la explosión demográfica hace mucho que se caracterizan por su individualismo. Esta enérgica autonomía se ve desafiada hoy conforme tenemos que enfrentarnos con el cuidado de padres muy mayores y de hijos o cónyuges enfermos o discapacitados, así como con la propia mortalidad. Buscamos formas innovadoras de redefinir nuestras identidades, nuestros papeles y nuestras responsabilidades siempre cambiantes. Según vamos envejeciendo y nos enfrentamos con nuestros propios problemas existenciales, muchos de nosotros buscamos nuevas fuentes de significado y de objetivos. Nos dedicamos a una búsqueda introspectiva de la totalidad y exploramos diversas prácticas y estrategias que nos permitan forjar nuestro propio sistema de verdades, solos y en la compañía de otros. Algunos regresan a la fe que tuvieron en origen; otros se embarcan en un nuevo camino espiritual que pueda ayudarlos a vivir vidas más auténticas. Para los de la generación de la explosión demográfica y generaciones anteriores existe la expectativa de que la vejez pueda ser mejor, de modo que sus integrantes estamos abiertos a desarrollar nuevas habilidades y formas de envejecer con gallardía.4

A pesar de lo importante que es el asunto de la muerte para todo el mundo, a muchos no nos gusta pensar en ella o hablar sobre el tema. Si estamos sanos, podría ser menos probable que nos preparásemos para su inevitabilidad. Si un miembro de nuestra familia es un enfermo terminal, podríamos ser reacios a sacar el tema a relucir porque significaría reconocer la verdad de la situación, u ofender a nuestros seres queridos. Muchos dudamos a la hora de hablar de la muerte debido a nuestros propios miedos o a los tabúes que tenga nuestra cultura cuando se trata de abordarla. Sin embargo, al no hablar sobre este tema, tan cargado en potencia, la gente pierde la oportunidad de compartir sus deseos y esperanzas con su familia y amigos. Abandonamos nuestra autonomía, nuestro poder de toma de decisiones y nuestra autoridad personal. Todos merecemos algo mejor.

Desgraciadamente, nuestra reticencia a tener en cuenta la muerte crea problemas de consideración. Según un reciente sondeo llevado a cabo por la Fundación para la Atención Sanitaria de California, seis de cada diez personas afirman que no quieren que sus familias tengan que cargar con el peso de las decisiones finales sobre su vida.5 Al mismo tiempo, casi el 56% de quienes respondieron a un sondeo de 2009 nunca ha comunicado sus preferencias para el final de la vida a sus familiares. Por ejemplo, la mayoría de los estadounidenses quiere morir en su casa, aunque solamente el 24% de las personas mayores de sesenta y cinco años son capaces de cumplir este deseo. Muchas personas se ven en residencias de ancianos o en hospitales en sus últimos días. Los cuidados sanitarios al final de la vida pueden traducirse en tratamientos agresivos, caros y drásticos que merman la calidad de vida. En 2010, un estudio de la Universidad Dartmouth averiguó que a más del 40% de los pacientes ancianos con cáncer los trataban diez médicos o más durante sus últimos seis meses de vida.6 Este mismo informe reveló que muchos de esos pacientes se habían visto sometidos a algún tipo de procedimiento invasivo, destinado a prolongar su vida, en el último mes antes de su muerte. Según un artículo publicado en 2010 en la Revista de Medicina Paliativa, solo entre el 15 y el 22% de los pacientes ancianos gravemente enfermos habían registrado sus deseos en sus historiales médicos.7 La Agencia para la Investigación y Calidad de los Cuidados Sanitarios informa de que entre un 65 y un 76% de los médicos no eran conscientes de que sus pacientes hubiesen formulado sus planes para el fin de sus vidas.8

En los Estados Unidos, uno de cada cuatro dólares de Medicare (programa gubernamental de cobertura de seguridad social para la atención médica de personas mayores de sesenta y cinco años) se destina a aquellos que se hallan en su último año de vida. Los gastos extraordinarios sobrepasan los recursos financieros de las familias en el 40% de los hogares, según un sondeo realizado por la Facultad de Medicina Mount Sinai.9 Se llevan a cabo esfuerzos valerosos para prolongar lo que a menudo es inevitable. Para muchas familias que se enfrentan a una crisis médica, las medidas heroicas son un precio que merece la pena pagar para aminorar el sufrimiento de sus seres queridos. Desgraciadamente, podría ser que estos no sufriesen menos; en algunos casos los tratamientos llevan a daños y sufrimientos aún mayores, casos en los que el mejor cuidado sería que no se administrase tratamiento alguno. A la luz de estos desafíos, hay cada vez más gente que busca ayudar a que sus seres queridos agonizantes acaben sus vidas por medio de métodos dignos, pacíficos y compasivos.

SANAR NUESTROS DAÑOS COLECTIVOS

Necesitamos abordar y sanar la gran falta de reconocimiento que tenemos de lo que es una verdad inevitable. Eso significa que debemos sumergirnos en nuestras visiones del mundo sobre la mortalidad. Cualquier debate acerca de cómo nos gustaría que fuera el fin de nuestras vidas suscita preguntas sobre lo que pensamos que puede ocurrir tras la muerte. Lo que significa la muerte para los vivos, y lo que sucede tras ella, son grandes preguntas que nos unen a todos. La gente de todas las edades, clases y condiciones de la vida busca respuestas a estas mismas preguntas.

Las diferentes culturas, visiones del mundo y sistemas de creencias ofrecen perspectivas distintas sobre la mortalidad y la naturaleza de la existencia humana. En mi propia búsqueda de respuestas, me he visto a mí misma ante muchas puertas. Entre ellas, las majestuosas puertas talladas de la catedral de la Gracia, en San Francisco; las sencillas puertas de madera de una mezquita sufí en el cinturón de pobreza de Oakland; las doradas de un monasterio budista; las de mosquitera del hábitat de primates del zoológico de Oakland; las automáticas de un quirófano de alta tecnología en Tucson, y las sobrecogedoras de una tonelada de acero que daban a un laboratorio de control cerebral sellado electromagnéticamente en Petaluma, en el estado de California. He realizado cientos de horas de entrevistas, he convocado a grupos de investigación cualitativa, he participado en ceremonias y rituales, he recolectado datos e historias vitales. En cada paso del camino he tratado de identificar rasgos básicos en el complejo y multidimensional tapiz de la vida, la muerte y lo que puede haber después.

Ante mí se iban alzando perspectivas conmovedoras, según iba conociendo cómo aceptaba la gente de una gran variedad de historiales personales los retos de sus propias muertes inminentes o las de sus seres queridos. Me ha inspirado mucho ver cómo han crecido por tales experiencias. Adentrándome en los enigmas de nuestra mortalidad, he llegado a ver las formas en que la muerte nos conecta con toda la vida. En conversaciones íntimas y sensibles me he conmovido hasta las lágrimas y he ido del asombro a las carcajadas en cuestión de segundos. He sido testigo de mis propias transformación y sanación personales durante este progreso.

Mi objetivo en este trabajo de amor ha sido el de ver más allá de cualquier enfoque ante la muerte; me he concentrado en los ­elementos comunes que surgen cuando miramos a través de una rica variedad de visiones del mundo, de sistemas de creencias y de perspectivas culturales. Estos elementos son los destellos de un patrón cosmológico. Al mismo tiempo, mi objetivo ha sido el de afirmar, apoyar y respetar la diversidad de religiones y puntos de vista espirituales, académicos y sociales. Me he centrado en los procesos naturales e inherentemente cíclicos de la vida y de la muerte. He procurado hacer que estén accesibles las innumerables enseñanzas que existen, sin disminuir su complejidad.

En las páginas siguientes echaremos una mirada profunda a las diferentes visiones de la vida y de la vida ultraterrena, y examinaremos cómo pueden conformarnos y sanarnos estas visiones, tanto individual como socialmente. Conoceremos a personas de diversas edades que vienen de distintos ámbitos de la vida, de historiales y tradiciones culturales variados. Consideraremos el gran cuadro de la muerte y el terror que la gente experimenta cuando se niega a aceptar las preguntas que la rodean. Oiremos cómo han ayudado las experiencias directas personales de cada cual, experiencias que indican territorios de existencia más amplios que el mundo físico, a superar sus miedos. Conoceremos los medios con los que los científicos materialistas abordan las cuestiones de la consciencia más allá de la muerte, y por qué interesa el tema para nuestro conocimiento de la realidad más allá de nuestra encarnación personal. Reflexionaremos profundamente sobre los patrones que contribuyen a iluminar las respuestas nuevas a las antiguas preguntas, y plantearemos preguntas nuevas desde las respuestas milenarias. Exploraremos los entendimientos que se hallan incrustados en las preguntas evocadoras acerca de la consciencia, la muerte y el más allá.

Por el camino, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de delinear el mapa de nuestra propia situación en el camino de la transformación. Un trayecto así nos lleva desde nuestro propio ser físico a nuestro contacto con una realidad más amplia y con un todo interconectado. Cada uno de nosotros será capaz de examinar por sí mismo su propia visión del mundo y de transformarse en el cartógrafo de la propia experiencia vivida, tal como esta se conforma mediante un abanico de creencias, mitos, historias y descubrimientos científicos. Conforme vayamos ahondando en una amplia variedad de visiones alternativas del mundo, tendremos la oportunidad de ensanchar y profundizar nuestras propias perspectivas sobre la consciencia y nuestra exclusiva existencia humana. Podremos reflexionar sobre lo que da significado y finalidad a nuestras vidas, sobre lo que nos motiva para ir más allá de los objetivos extrínsecos, encaminados a la ganancia material, hacia objetivos orientados intrínsecamente, que nos conectan a algo mayor y nos aportan una visión del mundo más extensa. Podemos ampliar nuestras visiones del mundo y de la vida aprendiendo de nuestras propias experiencias y de las que han tenido los demás por el camino.

Al tener en consideración que la muerte hace posible la vida, podremos ser más felices, estar más sanos y ser mejores ciudadanos. Asimismo, podríamos empezar a renovar el sentido de nuestra finalidad en el contexto de nuestros tiempos, rápidamente cambiantes. Prepararemos el trabajo preliminar de una nueva forma de conocernos a nosotros mismos a la luz de nuestra propia mortalidad y la de nuestros seres queridos.

Te invito a que te unas a mí en un cambio transformador que nos será útil a todos para encontrar las posibilidades sanadoras que subyacen en nuestra relación con la muerte. Aunemos esfuerzos en un laboratorio de aprendizaje constante, así como en lo que Jerry Jampolsky, el fundador del Centro para la Sanación Actitudinal, describió durante una entrevista como «un laboratorio de desaprendizaje, para desaprender algunas de las creencias a las que estamos atados».

Compartiré contigo lo que he deducido de muchos expertos y guardianes de la sabiduría sobre el potencial transformador de la muerte y sobre cómo puede evolucionar nuestro miedo a la muerte hacia un valor vital edificante. Mi esperanza es que este libro, y la película documental del mismo título que lo acompaña, te sea útil para acoger las desafiantes experiencias de tu vida, como la muerte de tus seres queridos, tu propia mortalidad y los finales (y, a su vez, los ­inicios) que surgen entre tus propios pasos por el camino del enigmático y magnífico viaje de la vida. En este desarrollo dinámico podríamos encontrar que nuestras propias transformaciones individuales pueden ayudar a catalizar los cambios en nuestra sociedad para que seamos más alegres, justos, compasivos y sostenibles.


* (N. del T.: consultar el uso del concepto «visión del mundo» en el glosario que aparece al final del libro).

1 Marilyn Schlitz y William Braud, «Distant Intentionality and Healing: Assessing the Evidence», Alternative Therapies in Health and Medicine 3, n.º 6 (1997): 62-73. Marilyn Schlitz, «Intentional Healing: Exploring the Extended Reaches of Consciousness», Subtle Energies & Energy Medicine Journal Archives 14, número. 1 (2003).

2 Marilyn Mandala Schlitz, Cassandra Vieten y Tina Amorok. Living Deeply: The Art and Science of Transformation in Everyday Life (Oakland, California: New Harbinger Publications, 2008).

3 Centro de Investigación Pew, «Daily Number: Baby Boomers Retire», 29 de diciembre de 2010, artículo online. Disponible en pewresearch.org/daily-number/baby-boomers-retire/. Consultado el 7 de febrero de 2014.

4 Marilyn Schlitz, «Nine Practices for Conscious Aging», Spirituality and Health, 1 de enero de 2012. Marilyn Schlitz, Cassandra Vieten, Kathleen Erickson-Freeman, «Conscious Aging and Worldview Transformation», Journal of Transpersonal Psychology 43, n.º 2 (2011), 223-239.

5 Fundación para la Atención Sanitaria de California, Último capítulo. «Californians’ Attitudes and Experiences with Death and Dying», artículo online (febrero de 2012). Disponible en pdf a través de la página web de la Fundación para la Atención Sanitaria de California (chcf.org). Accedida el 7 de febrero de 2014.

6 David C. Goodman, Elliott S. Fisher, C. Chang, N. E. Morden, J. O. Jacobson, Kimberly Murray y Susan Miesfeldt, «Quality of End-of-Life Cancer Care for Medicare Beneficiaries: Regional and Hospital-Specific Analyses». A Report of the Dartmouth Atlas Project (2010).

7 Victoria Y. Yung, Anne M. Walling, Lillian Min, Neil S. Wenger y David A. Ganz, «Documentation of Advance Care Planning for Community-Dwelling Elders», Journal of Palliative Medicine 13, n.º 7 (2010): 861-867.

8 Barbara L. Kass-Bartelmes y Ronda Hughes, «Advance Care Planning: Preferences for Care at the End of Life», Journal of Pain and Palliative Care Pharmacotherapy 18, n.º 1 (2004): 87-109.

9 Facultad de Medicina Mount Sinai, «Health Care Spending in Last Five Years of Life Exceeds Total Assets for One Quarter of Medicare Population», nota de prensa del Hospital Mount Sinai, 10 de febrero de 2012. Disponible en la página web del hospital Mount Sinai Hospital (mountsinai.org/about-us/newsroom/press-releases/health-care-spending-in-last-five-years-of-lifeexceeds-total-assets-for-one-quarter-of-medicare-population). Consultada el 8 de febrero de 2014.

GLOSARIO

Atención sanitaria humanística: campo interdisciplinario que intenta aportar valores y principios humanísticos a la atención sanitaria organizada, como la comunicación abierta, el respeto mutuo y la vinculación emocional entre los pacientes y los profesionales sanitarios.

Atender los sueños: método de trabajo con los sueños que tiene en consideración las imágenes de los sueños como imágenes vivas, de cara a conseguir percepciones del inconsciente. Se basa en la psicología profunda y ha sido desarrollado por Stephen Aizenstat.

Ayahuasca: bebida psicodélica obtenida de la enredadera Banisteriopsis caapi, tanto sola como con las hojas de los arbustos del género Psychotria. Los pueblos nativos de la Amazonía la utilizan para reconectar con el yo profundo y para propósitos adivinatorios y sanitarios.

Budismo Mahayana: una de las tres ramas que existen en el budismo, en concreto la del Tíbet y la del norte de la India. El sendero del bodhisattva que busca la iluminación completa para beneficio de todos los seres sintientes se conoce como «Mahayana».

Budismo Theravada: la más antigua de las ramas supervivientes del budismo. Significa «enseñanzas de los ancianos».

Chi: principio central subyacente en la medicina tradicional china y en las artes marciales. Chi se traduce frecuentemente como «fuerza vital» o «flujo de energía».

Chi kung: p