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sociología
y
política

LOS RETOS INTERNACIONALES DE MÉXICO

Urgencia de una mirada nueva



coordinadoras

GUADALUPE GONZÁLEZ

OLGA PELLICER



textos
marco antonio alcázar * hazel blackmore
rodolfo casillas * guadalupe gonzález
luis herrera-lasso * josé luis león manríquez
sergio ley lópez * jorge alberto lozoya
cassio luiselli * lourdes melgar
olga pellicer * natalia saltalamacchia
francisco suárez dávila
jorge tello peón







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PRESENTACIÓN

Este libro se inscribe dentro de la preocupación tradicional de Grupo Coppan 2050 por explorar los temas más urgentes de las relaciones exteriores de México. Está precedido de una introducción que sintetiza los motivos que llevaron a sus coordinadoras a buscar un diagnóstico de los problemas enfrentados por dichas relaciones, investigar sus causas y proponer acciones para superarlos.

Los autores del presente volumen conforman un grupo plural e interdisciplinario que representa a diversas generaciones. Algunos de ellos tienen una renombrada trayectoria académica, otros han combinado el paso por la academia con puestos de alta responsabilidad en el sector público o privado. Varios son miembros activos del servicio exterior mexicano o, en el pasado, han representado a México en el exterior. Así, las opiniones aquí reunidas reflejan el punto de vista de investigadores cuya experiencia se ha adquirido fundamentalmente en los círculos académicos y de quienes han participado en la toma de decisiones y la conducción de la diplomacia mexicana.

El libro está organizado en torno a tres grandes temáticas: los problemas del entorno inmediato, el desafío de Asia y los retos de los temas globales. La primera parte contiene cuatro ensayos escritos respectivamente por Hazel Blackmore y Olga Pellicer, Natalia Saltalamacchia, Marco Alcázar y Rodolfo Casillas. Su objetivo es identificar los desafíos que presentan las relaciones de México con Estados Unidos, América Latina, Centroamérica y las corrientes migratorias. De acuerdo con los autores, dichos desafíos han adquirido en algunos casos proporciones dramáticas, que invitan a considerar con carácter de urgencia las propuestas de acción que aquí se ofrecen.

La segunda parte está integrada por tres ensayos escritos por Jorge Alberto Lozoya, José Luis León y Sergio Ley. Tiene como finalidad llamar la atención sobre la emergencia de Asia como el polo de poder económico de mayor fuerza en el siglo xxi. México no ha logrado incorporarse, como lo han hecho otros países de América Latina, a las corrientes de intercambio económico, científico y tecnológico que se han generado en aquella parte del mundo. De allí la importancia que otorgan los autores a ampliar el conocimiento, no sólo sobre la situación que guarda la relación de México con los países asiáticos, sino sobre las experiencias de aquellos países que pueden ser fuentes de inspiración para políticas públicas y empresariales de indudable valor para nuestro país.

La tercera y última parte aborda cuatro grandes temas que determinarán, en buena medida, el futuro económico y político de México: la crisis económica, la energía, la seguridad y el cambio climático. Escriben sobre esos temas Francisco Suárez Dávila, Lourdes Melgar, Luis Herrera-Lasso y Jorge Tello, y Cassio Luiselli. Desde diversas perspectivas, y sin hacerlo explícito, los autores comparten una visión que permite afirmar que el tratamiento de esos problemas se encuentra en una encrucijada, cuyos caminos pueden conducir a un mejor futuro para nuestro país o un empeoramiento de situaciones que ya presentan signos de extrema gravedad.

La presente publicación verá la luz en momentos clave para el debate de los problemas nacionales. No es casual que ocurra así. Su objetivo es proporcionar elementos para que dicho debate se enriquezca y ofrezca miradas nuevas para el tratamiento de aquellas situaciones de la vida nacional que nos conciernen a todos.


guadalupe gonzález g.
olga pellicer

INTRODUCCIÓN

guadalupe gonzález g.
olga pellicer


Hace cinco años varios autores que participan en el presente volumen llevaron a cabo un esfuerzo similar,1 inspirado en tres preocupaciones básicas: entender mejor el panorama internacional de comienzos del siglo xxi; analizar el comportamiento de México en el mundo a partir de su ubicación geopolítica, de su inserción económica y de su posición en la dinámica política internacional y, finalmente, evaluar las estrategias de su política exterior, si existían, y reflexionar sobre la manera de fortalecerlas y, en su caso, modificarlas.

El primer paso para responder a tales preocupaciones fue hacer una radiografía de las relaciones exteriores del país al finalizar el primer lustro del nuevo siglo. Los datos encontrados fueron muy inquietantes. A pesar de que tanto la situación internacional como los cambios internos invitaban a una política exterior revitalizada, orientada hacia nuevas metas y provista de nuevos marcos analíticos e instrumentos de acción, México se encontraba anclado en los comportamientos del pasado. Era evidente la ausencia de una línea conductora que orientase, de acuerdo con las nuevas circunstancias, objetivos y estrategias de política exterior. Semejante situación llevó a los autores a concluir que “más que en otros momentos de su historia reciente, México parece haber perdido el rumbo, de suerte que en momentos de transición y redefinición del orden internacional se encuentra a la deriva comparado con otros países con un peso económico o político similar”.2

Cinco años más tarde, las consecuencias de la falta de rumbo y asertividad resultan más evidentes y alarmantes por la necesidad que enfrenta el país de responder a un entorno internacional particularmente incierto y apremiante. El periodo 2005-2010 se distingue tanto por la magnitud de las crisis que han sacudido al mundo como por la profunda transformación ocurrida en las coordenadas del poder internacional. La crisis económica de 2008 y 2009 aceleró el cambio en dichas coordenadas moviendo su eje central de Occidente hacia Oriente, principalmente a China, donde se encuentra ahora el punto de mayor influencia para el comportamiento de las finanzas y el comercio internacionales. Estados Unidos sigue siendo el país de mayor peso en los asuntos mundiales, sobre todo tomando en cuenta su poderío militar, pero sus flancos vulnerables son notorios: su enorme déficit externo, la incertidumbre sobre el alcance de la recuperación económica iniciada en 2010 y lo difícil o imposible de ganar la guerra que emprendió en Afganistán.

De igual forma, la crisis económica puso en tela de juicio la eficacia y la pertinencia de las instituciones y normas internacionales de regulación de los intercambios económicos y financieros internacionales. Se ha abierto, así, un proceso de discusión para la revisión y reforma de toda la arquitectura financiera y económica internacional. Un punto a destacar es que las conversaciones y negociaciones sobre una posible reforma de la gobernanza financiera revelan nítidamente los cambios en la estructura del poder internacional por la importancia de la participación de los nuevos polos de crecimiento, como China y otras potencias emergentes.

En el ámbito de la seguridad internacional los desafíos se multiplican y diversifican. De manera inesperada, una serie de revueltas sociales y políticas en varios países árabes del norte de África y Medio Oriente en contra de los regímenes autoritarios, que por décadas dieron estabilidad a la región, está sacudiendo al mundo. La trayectoria de la oleada de cambio político que ha estallado en esa parte del mundo, en la que se concentran las mayores reservas de petróleo, es incierta e impredecible. El efecto inmediato ha sido el alza en los precios del petróleo y un llamado de atención a la comunidad internacional para participar en forma decidida en encauzar la revuelta por vías democráticas, contener la violencia y el riesgo de una crisis humanitaria. Preocupa, sobre todo, que la caída de los regímenes autoritarios genere vacíos de poder e inestabilidad crónica en una zona con grupos fuertemente armados y con presencia del terrorismo internacional.

En ese panorama de rápidas y en ocasiones inesperadas transformaciones, algunas potencias emergentes han mejorado su posición internacional desde el punto de vista económico y político. El caso de Brasil es interesante para México por ser un punto de referencia inevitable al hablar de los países líderes en América Latina. Brasil pudo aprovechar el potencial de los mercados asiáticos al aumentar sus exportaciones de materias primas a China, que se convirtió en su segundo socio comercial. De otra parte, se ha posicionado bien en el mundo de la energía al avanzar en la exploración y explotación de recursos petroleros en aguas profundas y al incursionar, exitosamente, en las energías renovables como el etanol. Todo ello le ha dado una base económica para mejorar su papel como proveedor de energía y de diversos bienes manufacturados para países en desarrollo de África y América Latina, donde su influencia se hace sentir cada vez más. A ello se añade su conocido activismo en los foros multilaterales en los que participa, entre otras formas, en diversas operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas.

Otras potencias regionales y emergentes han seguido una trayectoria distinta que ha frenado su ascenso. Algunos países, como Canadá, han visto desdibujarse su actividad internacional, en tanto que otros, como España, han sido afectados en forma severa por la recesión económica, lo que ha limitado su activismo internacional. En América Latina, Argentina no logra avanzar y Venezuela, a pesar de su riqueza petrolera, enfrenta limitaciones internas para consolidar su proyecto de liderazgo regional. En el caso de México, el otro poder regional, la situación ha sido muy distinta. Por su estrecha vinculación con la economía de Estados Unidos resultó el país de América Latina más golpeado por la crisis económica, aunque logró una relativa recuperación que aún es incierta. Por los mismos motivos, ha sido muy difícil empujar la diversificación de sus relaciones económicas externas, a pesar de los numerosos acuerdos de libre comercio firmados con varias docenas de países. Cierto es que los intercambios económicos con Asia han crecido, pero el déficit en contra de México es muy alto y la captación de inversiones extranjeras o turismo muy baja en comparación con la de otros países de la región.

Durante este periodo, la fuerza de los lazos económicos de México con Estados Unidos se ha hecho más visible, pero al mismo tiempo se ha evidenciado el debilitamiento de una relación económica cuyos rasgos esenciales no han cambiado desde la firma del tlcan, hace más de quince años, y cuyo potencial para animar el desarrollo del país es cada vez menor. Hacer de la vinculación económica con Estados Unidos un factor de mayor peso para el crecimiento económico de México es una tarea que está por realizarse: difícil de llevar a cabo en el ambiente político que prevalece en ambos países, en particular en México.

Más allá de las relaciones económicas externas, el problema sobresaliente del país al finalizar la primera década del siglo xxi es de carácter político. México inicia una nueva década bajo la sombra del desprestigio de sus instituciones políticas y de la centralidad adquirida por las acciones del crimen organizado. Existe la percepción generalizada de una transición democrática que perdió el rumbo, cuyo rasgo más vulnerable es la amenaza del narcotráfico, que penetra todas las capas del sistema político y provoca niveles alarmantes de violencia e inseguridad. La capacidad de las instituciones del Estado mexicano está rebasada para poder hacer frente a esta situación y para contrarrestar el peso de otros poderes fácticos, como los sindicatos corporativos y los grandes monopolios económicos. La crisis de inseguridad pública, que presenta una escalada de violencia del crimen organizado que ha cobrado más de 35 000 vidas, también ha contaminado las relaciones de México con otros países, en particular sus vecinos inmediatos al norte y al sur, en la medida en que ha afectado en forma directa a sus ciudadanos.

Por los motivos anteriores, la imagen de México ha sufrido un deterioro que no era previsible hasta hace pocos años. Los medios de comunicación internacionales se han encargado de presentar al país como uno de los más violentos y corruptos del mundo, carente de un sistema de justicia que funcione, y al borde de situaciones de ingobernabilidad respecto de las cuales se utilizan frívolamente conceptos como el de “Estado fallido”.

En el plano de las relaciones políticas bilaterales, México atraviesa por momentos difíciles. Desde el norte llega el ánimo antimexicano de amplios sectores de la sociedad estadunidenses, incapaces de asimilar la contribución de los trabajadores mexicanos a su economía, pero listos para denunciar su “ilegalidad” y posibles vínculos con la delincuencia. Llega, también, la inquietud, todavía ambivalente, de miembros de los poderes Ejecutivo y Legislativo ante los escenarios de violencia que se viven al sur de la frontera, que ponen en duda lo que siempre ha sido su objetivo prioritario con respecto a México: la estabilidad.

Desde el sur, el aumento de los transmigrantes que buscan cruzar el territorio mexicano con la esperanza de llegar a Estados Unidos se ha encontrado con la delincuencia en ascenso, la violencia y la extorsión, resultando todo ello en una situación de enorme riesgo. La dimensión del problema es un llamado de atención sobre la necesidad urgente de acciones conjuntas de México con Centroamérica y con Estados Unidos para, si no poner fin, al menos atenuar las expresiones más graves del problema.

Ante situaciones de tal complejidad, son relevantes las tres circunstancias que las coordinadoras de este libro tenían en mente al convocar a un grupo de estudiosos a reflexionar sobre las relaciones exteriores de México. La primera es el descuido de la élite política mexicana, empresarios y medios de comunicación ante los problemas que enfrentan dichas relaciones. México es un país ensimismado, desinteresado sobre lo que ocurre allende las fronteras, que rehúsa ver reflejadas en el espejo de otros países sus carencias, sus omisiones y también sus posibilidades. Basta referirse a lo limitado de los espacios de prensa o medios televisivos destinados a dar seguimiento y hacer análisis de lo ocurrido en el exterior. En el ambiente político nacional México es una isla con pocas referencias al exterior; cuando éstas ocurren, algunas voces, con fines de política interna, enarbolan la bandera del nacionalismo defensivo.

Diversos ensayos del presente volumen dejan testimonio de la escasa atención que se ha venido prestando a temas tan urgentes como la definición de una agenda equilibrada y constructiva en la relación con Estados Unidos, el acercamiento con miras de largo plazo a Asia o el reordenamiento de los acuerdos en materia de seguridad y en el tema migratorio. En estos momentos el exterior no es una prioridad para el conjunto de la élite política, lo que deriva en un escaso interés por trabajar de manera conjunta en la construcción de posiciones cuidadosamente elaboradas frente a los retos externos. En los actuales escenarios, sin consensos básicos no hay avance.

La segunda circunstancia que se tuvo en mente fue la pertinencia de los tiempos políticos que se aproximan, que son favorables para presionar a favor de un golpe de timón. Es incierto cuáles serán los resultados de la contienda para la sucesión presidencial que se avecina. Lo que es innegable es que son tiempos que obligan a ciudadanos, académicos, empresarios, funcionarios, miembros de la sociedad civil, entre otros, a pedir a quienes pretenden conducir los destinos del país atención y reencauzamiento de los problemas prioritarios que se han quedado rezagados; las relaciones exteriores son uno de ellos.

La tercera circunstancia es la convicción de que existen riesgos muy serios de no asumirse una posición más comprometida con la conducción de las relaciones exteriores de México, dado el contexto de los cambios que están ocurriendo a nivel mundial y la gravedad de problemas internos carentes de solución si se prescinde de cooperación y alianzas internacionales. Es imposible llevar a cabo un Plan Nacional de Desarrollo sin incorporar la lectura atinada de la evolución que seguirá la economía de Estados Unidos, cuyos vaivenes se reflejan de inmediato en las exportaciones, las remesas de trabajadores migrantes o la inversión extranjera directa; en el ámbito político, es imposible diseñar los planes para el combate al crimen organizado sin considerar la forma y las condiciones que tendrá la cooperación con los servicios de inteligencia estadunidenses; es imposible mejorar el control de la frontera sur sin haber puesto en pie acuerdos con Guatemala y Belice; no se puede garantizar la seguridad energética del país sin un buen entendimiento con los proveedores de la tecnología que permita proyectos para la exploración de nuevas fuentes de energía; es difícil posicionar a México en el lugar que le corresponde por tamaño, demografía, peso cultural y experiencia multilateral sin tener una red de relaciones con el Asia del siglo xxi.

Teniendo en mente esas preocupaciones, el presente libro parte de un enfoque selectivo que no pretende abarcar todos los asuntos de la agenda internacional de México sino centrar la atención en aquellos que, por su importancia, obligan a encontrar respuestas inmediatas. Así, el libro aborda en tres grandes secciones y en once capítulos los retos que requieren, con mayor urgencia, estudio y propuestas para enfrentarlos. En primer lugar, el reordenamiento de las relaciones con el entorno inmediato: Estados Unidos, América Latina, Centroamérica y el desafío siempre presente de la migración; en segundo lugar, los retos derivados de la emergencia de Asia como la región que hoy en día marca los ritmos de crecimiento de la economía mundial; finalmente, los temas globales, fundamentales para el futuro de México e indisolublemente ligados a la relación externa: la crisis económica, la energía, la seguridad y el cambio climático.

Dejamos al lector la valoración de cada uno de los ensayos dedicados a los temas anteriores. Aquí querríamos resumir en breves pinceladas las lecciones y propuestas que dejan en su conjunto para trazar las líneas de una política exterior con mejor rumbo, capaz de hacer de las relaciones exteriores un insumo sustantivo que contribuya a superar las situaciones críticas que se están viviendo.

Más allá del diagnóstico sobre las dificultades del país para adecuarse a las nuevas realidades internacionales, es interesante observar y preguntarse qué han hecho otros países para mejorar su posición internacional y avanzar en sus niveles de bienestar, seguridad y desarrollo. Una lectura transversal de los distintos ensayos del volumen, con base en la pregunta anterior, permite derivar algunas lecciones para México:

Las experiencias anteriores nos llevan, en un inevitable ejercicio de comparación, a ver con mirada crítica las tendencias que siguen las relaciones exteriores de México, estudiadas desde diversas perspectivas en los once ensayos aquí reunidos. Son una llamada de atención sobre la urgencia de una mirada nueva para trazar la política interna y externa del país con plena conciencia de los riesgos que se corren de no impulsar su reencauzamiento. La manera en que hoy nos insertamos en el mundo acentúa la vulnerabilidad del país y nos mantiene al margen de los logros que otros países están obteniendo. Los colaboradores de este libro esperan contribuir con sus propuestas de acción y el análisis que las sustenta a que tal vulnerabilidad se reduzca y México alcance, a través de sus relaciones exteriores, una mejor oportunidad para resolver sus problemas nacionales.




PRIMERA PARTE
MÉXICO Y SU ENTORNO