Natxo Parra
y Carles Viñas

 

St. Pauli

otro fútbol es posible

 

Prólogos de
DENIZ NAKI
QUIQUE PEINADO

 

 

019

 

 

Carles Viñas

Doctor en Historia Contemporánea por la Universitat de Barcelona (UB) y miembro del Grup de Recerca i Anàlisi del Món Actual (GRANMA). A lo largo de su actividad investigadora ha analizado el extremismo político y deportivo, los estilos juveniles y el trasfondo social del deporte. Ha publicado diversos ensayos como Skinheads a Catalunya (2004), El mundo ultra. Los radicales del fútbol español (2005) o Tolerància zero. La violència a l’esport (2006) entre otros. También es coautor de diversas obras colectivas. Actualmente compagina la docencia universitaria con la colaboración en diversos medios de comunicación y la publicación de artículos de divulgación histórica en diferentes revistas especializadas.

Natxo Parra.- Abogado laboralista y socio cooperativista de Col·lectiu Ronda. Licenciado en Derecho por la Universitat de Barcelona (UB) y en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Ha compaginado el ejercicio de la abogacía con el estudio y la investigación de los movimientos sociales, el sindicalismo o el islamismo yihadista. Es coautor de «El concepto de radicalización» en Islamismo yihadista: radicalización y contrarradicalización (Tirant lo Blanch, 2015) y «Los movimientos sociales» en Introducción a la Ciencia Política (Universitas, 2014).

 

 

© Del libro: Natxo Parra y Carles Viñas

Edición en ebook: febrero de 2018

 

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St. Pauli. Otro futbol es posible

 

 

CubiertaEn los años ochenta, gracias a los jóvenes vinculados al movimiento autónomo, al punk y al fenómeno de ocupación de viviendas, el St. Pauli se convirtió progresivamente en un club de culto. Desde entonces reconstruyó su identidad alrededor de unos parámetros completamente diferentes a los precedentes. A pesar de su escaso éxito deportivo, consiguió proyectarse como un equipo alternativo dada la serie de iniciativas de carácter social que emprendió una parte de su afición. Gracias a la identificación con ideas políticas de la izquierda, su escudo y sus estandartes han estado presentes en movilizaciones como Can Vies en Barcelona, Gamonal en Burgos o Gezi en Estambul (Turquía). Se ha convertido en un símbolo y suma más de 500 peñas repartidas por toda Europa, media docena de ellas en España.

El St. Pauli es la constatación de que otra forma de entender el mundo y el fútbol es posible. Es romanticismo en estado puro y es lo más similar al fútbol de barrio, a aquel fútbol popular que nuestros bisabuelos contemplaban desde las gradas cien años atrás. La forma de ser del FCSP ha hecho que personas de cualquier punto del mundo utilicen la bandera y el escudo en los movimientos sociales en los que participan. El año que viene seguirá en la Segunda División alemana, pero sus escudos estarán por toda Europa en primera línea de las protestas.

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Índice

 

 

Portada

ST. Pauli. Otro fútbol es posible

Prólogo por Deniz Naki

Prólogo por Quique Peinado

Introducción

ST. Pauli. Otro fútbol es posible

01. Unos orígenes no establecidos hasta 1910

02. Guerra y paz: del Tercer Reich a la Bundesliga

03. Un club de culto. Los piratas de la liga

04. Gradas con conciencia

05. Sanktpaulinismo sin fronteras

Epílogo

Bibliografía

Siglas y acrónimos

Agradecimientos

Índice

Sobre este libro

Sobre Natxo Parra y Carles Viñas

Créditos

Prólogo

por Deniz Naki

A menudo me preguntan qué es lo que me motiva para correr detrás de una pelota durante noventa minutos y qué pretendo conseguir con ello. Haber nacido como hijo de unos simples emigrantes económicos kurdos en el corazón de Alemania me hizo adoptar conciencia desde muy pronto acerca de lo que se entiende como una sociedad clasista. Desde pequeño, yo quería ser «alguien».

Solo soñaba con poder adquirir los frutos de la riqueza mediante la semilla del fútbol. Por medio de un pasatiempo realmente simple.

Con el tiempo, ya soy alguien, alguien que está en el centro de atención y, más que nunca, soy consciente de que la verdadera riqueza no radica en el fútbol, ni en las ventajas o regalos que comporta el estatus de profesional, ni tampoco en nada material.

He experimentado y aprendido, sobre todo en mi época de jugador del St. Pauli, que la fraternidad y la solidaridad entre compañeros, y también con los rivales, pueden suponer una fuerza increíble y que, cuando nos mantenemos en pie unos con otros, no hay nada que nos pueda superar.

Este equipo, gran orgullo de los auténticos hamburgueses, me ha enseñado que las fronteras solo existen en la mente. Me enseñó lo que significa apoyarse mutuamente y jugar para los compañeros, el entrenador, los aficionados e incluso para los vendedores de los tenderetes del estadio. Me enseñó a poder dar una experiencia positiva para cada uno de ellos. Ya no jugaba solo para mí, sino para todos. Y todos, desde los encargados del aparcamiento hasta el capitán, realizamos la misma contribución al éxito.

Tras mi paso por el St. Pauli continúo extendiendo mi motivación más allá del terreno de juego. Intento utilizar la atención de los medios de forma que los niños que quizás me estén mirando encuentren en mí un ejemplo positivo como persona, y llamar la atención sobre los crímenes contra la humanidad que están sucediendo. Mi objetivo es que esas caras tristes vuelvan a sonreír.

Desde que juego en el Amedspor estoy más dispuesto que nunca a luchar por estos objetivos. Vine con gran entusiasmo a Amed, una ciudad con una larga historia, con unas murallas maravillosas como sus habitantes, que se mantienen firmes desde hace siglos y constituyen un símbolo de la fraternidad de las diferentes culturas que conviven en ella. Pero, no obstante, en Amed mueren niños y las personas son asesinadas y encarceladas. Y todo ello me duele. Mucho.

Quiero levantarme y oponerme a cualquier forma de opresión. Con todos los recursos que tengo disponibles. A pesar de la represión, seguiré levantándome, y no pienso doblegarme. Lo último que me podrán robar es mi alma y mis ansias de libertad. El St. Pauli me enseñó que cuanto mejor sea en el campo con mi equipo, más cosas podré conseguir.

En Amed, con su cálida y afectuosa población, me encontré con una amplia solidaridad entre las personas. Me encontré con gente orgullosa que se levanta y lucha por su dignidad. He aprendido muchísimo del Amedspor, quizás el St. Pauli de los kurdos, y lo continuaré haciendo.

Prólogo

por Quique Peinado

El partido del siglo

Que fuera un 18 de julio no fue casualidad. Ese día del 2015, cautivo y desarmado el fútbol moderno, el Rayo Vallecano saltó al césped del Millerntor-Stadion para jugar el que para su afición era El Partido del Siglo: un bolo de pretemporada en el campo de un equipo de la Segunda División alemana. Como describía la revista Un Caño en la previa, se enfrentaban «el faro contestatario del fútbol mundial» y «el club de las luchas sociales». Quizá ninguna de las dos definiciones fuera veraz al 100 por cien, porque hablamos de fútbol y del siglo xxi, pero seguro que las dos aficiones, que se hermanaban al sol y exhibían su potencial antifascista, hacían honor a tales definiciones.

En las semanas previas al encuentro, quizá desde el mismo momento en que se supo que el Rayo había tenido la gran idea de ir a jugar a Hamburgo (que, como todas las grandes ideas en las cabezas pensantes del Rayo, no se ha vuelto a repetir), toda vez que sabíamos que íbamos a visitar al club que más envidiamos porque un día decidió poner en sus estatutos lo que su afición pensaba, en Vallecas el movimiento de devotos de La Franja era inusual. Todos se preguntaban si iban a viajar, escudriñaban vuelos, cuadraban fechas. Era nuestra final de la Champions, ese partido en el que todo el mundo al menos se plantea ir, no solo los hinchas más comprometidos con la causa. Cuando compites en un fútbol con el que no te identificas y todo tu afán es que no te arrase la modernidad balompédica, jugar contra otro de esos clubes que está a la misma, a mantener las viejas esencias del fútbol no (tan) mercantilizado, a utilizar este deporte como una fiesta en la que las clases populares puedan expresarse, enfrentarte a uno de estos equipos hermanos, decía, es una fiesta que trasciende el puro balompié. Vendría a ser un acto político-deportivo en el que encuentras enfrente a un hermano contra el que disputas un partido porque así lo exige la lógica, y le quieres ganar como a tu hermano le querías vencer jugando a la videoconsola, pero en el fondo todo lo que quieres es que le vaya bien, porque si a él le marchan las cosas, tu manera de entender la vida está un poco a salvo.

El Rayo Vallecano nunca tuvo un presidente valiente que nos convirtiera en el St. Pauli español. Ya no valiente políticamente, ya no una persona comprometida, simplemente alguien con la mínima visión comercial para hacer de La Franja lo que es el emblema pirata para millones de futboleros y no tan futboleros de todo el mundo: un símbolo de rebeldía con el que identificarse… y consumir. Porque en el St. Pauli han sido tan listos y tan brillantes que han sabido aunar su esencia y abrazar las reglas del enemigo, de manera que no les hace falta pelearse con el fútbol moderno: pueden darle patadas en el culo mientras recolectan beneficios sintiéndose en paz con ellos mismos.

El St. Pauli no es el laboratorio anarco-futbolístico que fue en los años setenta, ni falta que hace. Qué quieren que les diga: a mí me gusta verlo en la Bundesliga, igual que me gusta ver al Rayo en Primera, y me encanta que compitan y que nos hagan vibrar y soñar con ser el grano en el culo de los más poderosos. No hay que renunciar a nada para hacerlo. Simplemente hay que mirar a Hamburgo, ponerse unas gafas con los cristales marrones y copiarles y admirarles. Por eso, aquel 18 de julio del 2015, aunque el Rayo hiciera el ridículo en el campo, aunque un equipo de la Segunda División alemana nos barriera (aquello acabó 4-2…, y maquillando el resultado el Rayo) en lo que fue el preludio de una temporada que nos llevó a Segunda, esa salida de los dos equipos al campo, esa fiesta en la grada, ese hermanamiento con «el faro contestatario del fútbol mundial» será algo que los hinchas rayistas recordaremos para siempre. Es difícil explicar a los de otros equipos que aquello fue la final de la Champions que nunca jugaremos, pero lo fue.

La admiración por el St. Pauli está más que justificada. El paseo por las páginas de este libro es un viaje que merece la pena, como merecen la pena todas las historias únicas. Nadie ha sido como el St. Pauli y es posible que ningún otro club lo logre otra vez. Ser el faro contestatario del deporte que más ha hecho por arrasar a los que van contra la corriente tiene un mérito incuestionable. Desde la aldea gala de Vallecas, donde resistimos con pasión bukanera y fuerza de clase los embates de nuestros propios dirigentes (que, por cierto, no aprendieron nada de aquella visita a Hamburgo) y del fútbol moderno, siempre miraremos a este club con envidia y admiración. Sinceramente, creo que todo el fútbol que quiere pelear por no dejar de ser popular piensa lo mismo. Que el dios de la revolución, que existe aunque niegue su propia deidad, nos conserve muchos años al St. Pauli siendo como es.

Introducción

La imagen icónica de una camiseta negra con una calavera estampada ha dejado de ser inusual para pasar a formar parte de nuestro entorno más cotidiano, de nuestro paisaje habitual, de nuestras ciudades y barrios. En la calle, en el metro, en un concierto o en cualquier bar, resulta ­—cada vez menos— sorprendente ver a jóvenes (y no tan jóvenes) vistiendo la Jolly Roger. Salvando las distancias, la calavera del Sankt Pauli parece seguir los pasos de iconos precedentes, como el célebre logotipo de los Ramones fagocitado por las grandes cadenas de moda.

Lucir la imagen de la calavera y las tibias cruzadas sobre las letras «ST. PAULI», al margen de las consideraciones comerciales (que también, cómo no, analizamos), trata de ser un posicionamiento: político, social y contestatario. Y ligado esencialmente al fútbol y a la comunidad.

Ya avanzamos que la historia del Sankt Pauli no es idílica. Como todas las grandes crónicas, lucha incesantemente contra sus propias contradicciones y defectos, en un mundo dominado por el poder y no por el corazón. Quizás no es el paraíso terrenal para aquellos que, amando el fútbol, radicalmente solidario, defendemos otra visión del mismo, pero innegablemente es un magnífico punto de partida.

Para entenderlo, defenderlo e imaginarlo, resulta preciso conocer su historia, la del club, la del barrio y la de la ciudad que lo acoge. Los equipos de fútbol no son inertes, sino que evolucionan, y el St. Pauli no es una excepción. La suya es una historia vital, de experiencias, de compromiso y arraigo. Un relato oscilante que fluctúa entre el fútbol de las clases acomodadas al deporte de las clases populares. De una disciplina distinguida al fútbol de barrio.

Partiendo de la eclosión del fútbol en Alemania y en Hamburgo, nos centramos en la fundación del Sankt Pauli y en sus primeros años de vida, para abordar después el impacto que entrañaron para el club el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Un periodo que no puede ser ocultado y sin el cual, seguramente, no se entendería su devenir ulterior. Un recorrido que viene marcado por la transición del Sankt Pauli hacia un club de culto, base que sustenta su imagen, profusamente extendida actualmente a nivel global, de club rebelde y alternativo, aquel que hace bandera del antifascismo, el antirracismo y que lucha contra la homofobia, el sexismo y cualquier tipo de discriminación, tal y como recogen sus estatutos.

Nos pareció adecuado extender su historia hasta nuestros días, enfatizando la estructura del club, su vinculación con otros espacios (ya sea el barrio, la música o la defensa de las minorías), así como los retos actuales a los que se enfrenta. En suma, contar cómo una hinchada ha logrado empoderarse e incidir en las decisiones de un equipo de fútbol profesional.

Este libro contextualiza a nivel político y social la historia del St. Pauli. Solo así podemos comprender su significado actual, aquel que a muchos nos ha robado el corazón, y con el que millones de personas simpatizan. Un club que no tiene ningún reparo a la hora de posicionarse políticamente, ni de proclamarse abiertamente antifascista. Es nuestra pequeña aportación a quien tiene estima por el fútbol como deporte social, como representación solidaria y comunal, y a quien desecha el negocio en el que el capitalismo ha convertido este deporte. De hecho, y parafraseando a Eduardo Galeano al recibir el Premio Internacional de Periodismo Manuel Vázquez Montalbán en el 2010, hemos escrito las presentes páginas porque «creímos que la mejor manera de jugar por la izquierda consistía en reivindicar la libertad de quienes tienen el coraje de jugar por el placer de jugar en un mundo que manda jugar por el deber de ganar».